PEDAGOGÍA CURATIVA

Por Numinous Antroposofía

POR: MYRIAM ORRILLO

En el año 1924 Rudolf Steiner dio un ciclo de doce conferencias destinadas a la comprensión y acompañamiento  de personas necesitadas de cuidados anímicos especiales, personas que necesitan ser acompañadas de alguna manera porque sufren algo determinado en su forma de pensar, en su forma de sentir o en su forma de accionar en la vida , personas que sufren alguna anomalía. Este ciclo  de conferencias se conoce como El curso de educación especial, y se encuentra  entre las últimas conferencias que da Steiner en su vida terrenal, destinadas a trabajar para el futuro de la humanidad.

Quien hoy lee estas conferencias puede tener la impresión de que están destinadas para los tiempos que corren en la actualidad, generándonos preguntas acerca de cómo podemos acompañar a otros seres humanos que sufren.

A modo de referencia, transcribiré algunos párrafos de la primera conferencia.

”(…) Imagínense que una civilización cualquiera encierra a los hombres en recintos, los mantiene allí dentro desde la mañana hasta la noche de manera que no pueden desarrollar ningún interés por el mundo exterior. ¿Cómo actúa una civilización así?”

R. Steiner, Curso de educación especial

“(…) Y cuando un ser humano atraviesa la muerte con esa condición de aislamiento y lleva consigo al mundo espiritual tan pocas condiciones previas para aprender a conocer a acoger el organismo humano en ese mundo espiritual en el que todo está contenido, descenderá a la tierra con un conocimiento inferior al de uno que haya adquirido una mirada libre hacia su entorno.”

R. Steiner, Curso de educación especial

“(…) Mundo exterior en la vida terrenal es mundo interior espiritual en la vida extraterrestre.”

R. Steiner, Curso de educación especial

“(…) El cómo se construye una estirpe humana al descender de nuevo depende efectivamente de toda la evolución de una época.”

R. Steiner, Curso de educación especial

Atravesando esta época tan particular donde la realidad nos impone distanciarnos de los otros físicamente, ¿cómo podemos y qué podemos hacer para mantener vivo ese interés por otro ser humano, y desarrollar un interés cada vez mayor por el misterio de la organización humana? ¿Cómo escuchar el dolor del otro? ¿Cómo poder compenetrarnos emotivamente y generar una actitud compasiva y poder colocarnos en la adecuada acción?

Hoy aparecen anomalías en el pensar, en el sentir  y en la voluntad a causa del miedo. Vemos niños con miedo a morir o miedo a matar a otro ser humano, niños temerosos que no pueden conciliar su sueño, jóvenes con tristeza, depresión e ideas desesperanzadas. Vemos seres humanos paralizados en su actuar, temerosos en el sentir y endurecidos en su cuerpo físico, con muy poca flexibilidad y liviandad.

¿Cómo poder atender ese dolor? ¿Cómo ser instrumento adecuado para acompañar a los que sufren hoy? Y aquí tengo la certeza de que la pedagogía curativa puede ser inspiradora para generar hoy el coraje para actuar adecuadamente.

Steiner, hace casi cien años, expresaba que los seres humanos  íbamos a ser capaces de percibir colores y texturas anímicas al encontrarnos con otra persona y que podríamos captar al otro en una comunicación que se acrecienta, con nuevas  formas, con dinámicas novedosas para relacionarnos, que podríamos cruzar fronteras acercándonos  a las cualidades más espirituales que portamos como comunidad.

Refiere que la respiración se adecuará a la vida anímica de quien tengo frente a mí, respirando más veloz o pausadamente de acuerdo a la situación anímica que se establezca en ese encuentro. Reconoceremos al otro en su sentir de acuerdo a la propia respiración y así podremos ver cuán íntima y cercana se volverá la convivencia más allá de lo físico corpóreo y de la distancia espacial que tengamos que dejar entre una persona y otra.

“Los seres humanos se conocerán como un Yo, mirándose verdaderamente, mirándonos en nuestra esencia”, afirmó Rudolf Steiner. Por el momento podemos permitirnos ejercitar estas cualidades, como educadores, padres, terapeutas, pues las circunstancias que corren nos traen este desafío novedoso. Tenemos la posibilidad de acompañar a otro ser, en un camino evolutivo, es decir andar uno mismo con el otro, por ese sendero de evolución, sólo por interesarnos verdaderamente en otro ser humano sea quien fuere: mi familia , mi vecino, mi alumno, mi paciente.

Para poder hacerlo tenemos que intentar superar el propio odio, el enojo y las ambiciones de poder que tenemos en nuestra vida. Poner al día el perdón, y no dejar que el tiempo cronológico disponga. Actuar ya, realizar ese llamado, esa charla pendiente y disponer de ese espacio interior que albergaba el rencor o la distancia anímica y ponerlo a disposición de la humanidad.  Poder actuar desde el pensamiento primordial que sostiene que todo ser humano es bueno, sentir la profunda  bondad en la  esencia humana. Confiar en esta esencia espiritual que compartimos como seres vivientes. Esto es una tarea que ya podemos ejercitar de forma consciente, de una manera despierta en el día a día.

“Este obrar con intuición sanadora y con coraje dedicado a los demás seres, no sólo tiene un alcance en la tierra, sino que traspasa el umbral hacia la muerte (…)”

Entonces la actitud frente a una acción mala de alguien, un niño o joven, no será juzgarlo desde la moral y luego darle un castigo reparador, sino  intentar comprenderlo una y otra vez, sostenerlo interiormente, anticipándose para que, al presentarse la misma situación, el otro pueda responder de una buena manera.

Cada ser tiene derecho a cometer errores, ya que hace experiencia, y es necesario equivocarse en el camino del desarrollo. Pues tenemos que ejercitar en esta época el perdón como aspecto de desarrollo para un pensar que nos libera del materialismo.

Nuestra cualidad será la de anticiparnos siempre, y así ayudamos a que se supere la mala acción, ayudamos a superar el mal y que puedan fluir las verdaderas fuerzas de la corriente evolutiva. Poder tener disposición para repetir la acción una y mil veces en forma pedagógica curativa, sin perder calor, ni tomarlo como ofensa personal, o fracaso profesional, ya que estamos trabajando juntos, enseñando el camino desde el cielo a la tierra, un camino que cada día, al despertar, nosotros también lo aprendemos.

En esto reside la labor de una pedagogía que nutre y libera, y en la medida de lo posible cura. Es en este interés profundo por otro ser humano donde vuelven a aparecer las fuerzas del destino compartido, que genera una irradiación no sólo para los involucrados en ese vínculo sino para la gran comunidad de seres que somos.

Cada uno pone a disposición sus fortalezas e impedimentos, que como seres humanos tenemos. Todos portamos algo que no podemos, pero que no siempre es visible y reconocido, y además duele y mucho. Y al mismo tiempo portamos una enorme bonanza que puede disolver un daño social. Este obrar con intuición sanadora y con coraje dedicado a los demás seres, no sólo tiene un alcance en la tierra, sino que traspasa el umbral hacia la muerte, y actúa en el futuro, pues así se tornan brisas celestiales y se forman nubes de intuiciones curativas que lloverán en los educadores del futuro, que estarán dispuestos a sentir el destino del dolor del prójimo como vivencia de compasión verdadera.

Es así como el obrar sanador nos pone en contacto directo con los impulsos divinos. Cuando se entra en contacto con el prójimo, se trata de comprenderlo realmente en su raza, clase social, religión, idea política, impedimentos y virtudes, entre otras cosas. Todo lo que al otro se haga, se hace a las fuerzas espirituales. En la Biblia dice: “Todo lo que habéis hecho a mi hermano, a mí me lo hicisteis”.

Y es en este plano donde las acciones se compenetran  de compasión, veracidad y conocimiento. Así se entreteje la moral de época que se genera por el sano interés hacia el prójimo.  Rudolf Steiner, en sus conferencias incluidas en el libro Ética y moral, dice que la futura evolución de la humanidad arrancará de la cooperación de los impulsos morales de los hombres con el Impulso Espiritual. ¡Qué grandiosa estructura se yergue ante nosotros como perspectiva humana!

Conforme los hombres vayan aprendiendo a articular sus actos en ese vasto organismo y, gracias a ellos, a agrupar sus impulsos en torno suyo como para tejer la indumentaria que lo cubra, irán con el tiempo, ostentando los fundamentos de una comunidad íntimamente penetrada del Impulso Crístico, es decir una comunidad cristificada.

Poder tener hoy estos contenidos en nuestro pensar, sentir y accionar hace  que cada día se plasme en la tierra una ofrenda pedagógica curativa.

Sobre la autora

Myriam Orrillo nació en Buenos Aires en 1966. Cursó tres años de Medicina (UBA), 1989.  Se recibió de Profesora de Educación Primaria en 1996 en Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 42, Provincia de Buenos Aires. Es Acompañante Terapéutico (UBA). Es Trabajadora Social (ISFP) desde el año 2007.   Se certificó en la formación de Pedagogía Waldorf en el año 1998. Realizó el taller anual de Historia del Arte en el Centro Perceval (1998). Realizó la formación de Pedagogía Curativa en el IKK Buenos Aires, 2003. Participó de numerosos talleres y congresos de Pedagogía, Pedagogía Curativa y Medicina Antroposófica en América y en Europa. Fue educadora en: Hogar Germán Frers, Colegio San Juan, Escuela Waldorf Clara de Asís. Desde 2004 integra el Equipo de Orientación Escolar en el Colegio Rudolf Steiner. Ejerce docencia en las formaciones de Pedagogía Waldorf. Da cursos de Pedagogía Curativa  en el interior y exterior. Forma parte del equipo de coordinación del Seminario de Pedagogía Curativa y Terapia social Cruz del Sur de Buenos Aires. Fue Representante de la Pedagogía Curativa en Argentina en el Consejo Internacional de PC en Dornach, Suiza, hasta julio de 2012. Cursa la formación de Terapia Artística en Centro Vertical.

Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de Revista Numinous.

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