LA REINTRODUCCIÓN DE LA LUNA EN LA SUSTANCIA DE LA TIERRA

Por Numinous Antroposofía

POR: SANTIAGO TRAVERSO

Ustedes saben que un día la Luna se unirá de nuevo con la Tierra. Para los astrónomos y geólogos, que viven en su mundo de abstracciones, esta unión de la Luna con la Tierra se sitúa en miles y miles de años por delante. Pero esto es una mera ilusión. En realidad no se trata de ninguna manera de algo muy lejano.” Rudolf Steiner

Como vimos en mi artículo anterior[1], los acontecimientos cósmicos del futuro se espejan en los del pasado; la reintroducción de la Luna en la sustancia terrestre espejará en un futuro su correspondiente separación acontecida durante la Lemuria. ¿Habremos de reconocer en el hombre del futuro los mismos fenómenos evolutivos de aquel pasado?  ¿Cuáles son esos fenómenos que surgen a partir del desprendimiento de la Luna?

En primer lugar sabemos que en aquel entonces surgieron las condiciones para el desarrollo de un hombre libre y autónomo, que gradualmente se desprende de la influencia de la divinidad para poder consolidar su individualidad. Otra de las novedades que trajo la evolución terrestre es la aparición del Yo y del órgano del pensamiento que definirán en lo sucesivo el estado de conciencia de la humanidad. Ahora bien, cuando los acontecimientos cósmicos comiencen a retrotraerse; ¿tendríamos que suponer que también se retrotraerán el pensamiento, el yo, y la libertad?  

En la conferencia – ¿por qué no decirlo? – fatalista pronunciada en Dornach el 13 de mayo de 1921,  Rudolf Steiner nos llama a comprender lo que significa que la Luna se haya separado de la Tierra y que otra vez vuelva a unirse con ella, dos acontecimientos decisivos para nuestra evolución. La manera en que las personas deberán afrontar la “reintroducción de la Luna en la sustancia de la Tierra” implica, en primer lugar, una actitud de respeto por parte del hombre ante semejante fenómeno cósmico y, en segundo lugar, una profunda comprensión del rol que le asignamos a la actividad intelectiva. A su vez, nos advierte que si no recibimos en nuestro ser lo que fluye del mundo espiritual nos veremos “absorbidos por la penumbra grisácea de la vida intelectual”. El desarrollo de la facultad intelectual que acompañó la consolidación de la individualidad desde los comienzos de la evolución terrestre ha llegado a un punto culminante; el individuo consciente debe tomar la decisión de revitalizar el sombrío intelecto para llegar a descifrar los mensajes que la vida espiritual nos envía desde las evoluciones futuras:

“Desde los años ochenta del siglo XIX, estos seres supra-terrestres han estado tratando de entrar en la esfera de la existencia terrestre… seres cuyo idioma debemos comprender. Y esto sólo es posible si tratamos de conocer lo que ellos nos traen: a saber, la sustancia y el contenido de la Ciencia EspiritualSe producirá catástrofe tras catástrofe y la vida en la Tierra caerá en el caos social si se mantiene esta oposición en la existencia humana ante el advenimiento de estos Seres. Ellos no desean otra cosa que ser una especie de custodios de la evolución ante lo que sucederá en la existencia de la Tierra cuando la Luna se vuelva a unir con ella.[2]

El punto principal de su advertencia recae en la gravedad que significa el hecho de que los pensamientos abstractos puedan llegar a transformarse  en realidades sustanciales dando origen a “una raza peligrosa de autómatas que se apoderará de la superficie de la tierra” en el momento en que la Luna se una de nuevo con la Tierra.

“Criaturas fantasmales, en forma de araña, y serán de un orden inferior a la existencia de la planta, pero poseerán una sabiduría abrumadora. Estas criaturas-araña estarán todas entrelazadas unas con otras, y en sus movimientos exteriores imitaran los pensamientos que los hombres han tejido en su intelecto de sombras que no han permitido que fueran vivificados por la nueva forma del conocimiento imaginativo de la Ciencia Espiritual. Entonces todos los pensamientos que carecen de sustancia y realidad serán dotados de ser.[3]

 EL PENSAMIENTO Y EL REINO MINERAL

El único alcance que dominamos a través de los mecanismos de la razón, según Steiner, es el reino mineral. Por tanto, si la vida de las plantas y los animales nos es incomprensible por medio de las “sombrías abstracciones” de la mente, no habrá de sorprendernos que no podamos descifrar la verdadera naturaleza humana. ¿Qué habrá que hacer para percibir “las nuevas Imaginaciones” con las que ha de representársenos la existencia cósmica? Nos auto-convencemos de que estamos entendiendo el mundo cuando sólo comprendemos su aspecto material; esta relación de falso conocimiento va automatizando y matando nuestro pensamiento que se vacía de realidad.  El ingenio intelectualista podría llegar a desarrollarse hasta  niveles de perfección maquinal, apartándose de toda la candidez del alma, perdiendo toda la vivacidad del entusiasmo y desvinculándose de los verdaderos intereses de los seres humanos. Con argumentos puramente lógicos pueden demostrarse, al mismo tiempo, teorías intelectualmente correctas pero radicalmente contrarias sin revelar los valores internos de nada. En la conferencia dictada por Steiner en Berna el 4 de noviembre de 1919 nos dice al respecto:

“Las personas hoy en día prefieren dejar que su intelecto permanezca en la superficie y no penetrar con fuerzas más profundas en esos niveles en los que la naturaleza de las cosas nos es revelada.”[4]

En esta otra conferencia dictada en  noviembre 1919, hace mención a ciertas ideas políticas esgrimidas por las ciencias sociales en base a estadísticas. Las cifras son también una manera de evadir la realidad esencial de las cosas; se toman como fiables pero, simulando la mayor de las humildades,  se compilan para lograr objetivos partidarios. Algo similar ocurre con ciertas teorías científicas como el darwinismo cuando enfoca la evolución desde un punto de vista puramente físico. Cualquier teoría que se afane por mostrar solo un aspecto de la realidad, aunque relativa, será lógicamente irrefutable imponiéndose sobre otras visiones que se afirmen sobre aspectos no materiales de la evolución. Otro ejemplo interesante es el que plantea el filósofo René Descartes cuando afirma “pienso, luego soy”, como si el pensamiento fuera equiparable con la realidad. Dice Rudolf Steiner:

¿Qué es entonces la inteligencia?… Imagínense parados frente a un espejo, la imagen presentada no tiene realidad en absoluto. No es más que un reflejo. Toda la inteligencia dentro de su alma, todo el contenido intelectual, es solo una imagen especular; no tiene realidad.”[5]

La vida espiritual no puede experimentarse si no se va “más allá de la inteligencia”, pero ocurre que la imagen del espíritu que se refleja en la inteligencia es demasiado seductora y nos hace creer que allí hay una substancia real.  En el intento de matematizar el espacio vemos otro ejemplo de desespiritualización del cosmos: las precisas mediciones hechas tanto por Copérnico, Galileo o Kepler muestran una realidad aparente y no explican nada de lo que lo que ocurre en las profundidades de la conciencia humana en comunión con el universo; se muestran como verdades absolutas cuando sólo expresan una perspectiva particular de la realidad. El mundo moderno ha desplegado cierta superstición en torno a los esquemas matemáticos que describen la realidad: la economía explica la política, las estadísticas acaparan la visión del campo social; todo lo que implica medición es aceptado como ciencia. ¿Qué significa medir sino hacer una comparación con una “dimensión dada de antemano”?

“En tales mediciones, no importa si se trata de longitudes, superficies o pesos, el elemento cualitativo está totalmente ausente.”[6]

En los tiempos en que la luna estaba integrada a la tierra el hombre vivía sumido en un mundo de imágenes clarividentes. Al desprenderse la luna el hombre incorporó el elemento mineral a su cuerpo al mismo tiempo que comenzaba a desarrollar su órgano cefálico. La densidad física le permitió configurar un cuerpo y una personalidad potencialmente libre. El intelecto comenzó a evolucionar y las antiguas imágenes se densificaron en forma de conciencia intelectual hundiéndose de a poco en las sombras. Aunque la inteligencia sea una facultad espiritual, su existencia ya no tiene sus raíces en la realidad; vive dentro del elemento espiritual pero al mismo tiempo sus pensamientos se dirigen exclusivamente a la existencia material.

“Así, el segundo gran proceso o evento fue que el hombre devino más espiritual. Pero una sustancia espiritual que se derivaba de la materia, ya no del alma. Su naturaleza se ha vuelto más espiritual, pero con sus facultades espirituales sólo piensa en la existencia material.”[7]

¿Qué podemos hacer frente a este dilema? Es evidente que no podemos deshacernos de nuestras capacidades intelectuales; ¿es eso lo que nos sugiere Rudolf Steiner? ¿O es que debemos hacer un uso consciente del intelecto desarrollando otros aspectos de nuestro ser? Revisemos un poco algunos puntos de la concepción evolutiva. Sabemos que el pensamiento surge como consecuencia de la densificación de la tierra; sin esta facultad la consciencia humana no podría haber adquirido la autonomía necesaria para el desarrollo de la individualidad. De algún modo la abstracción ha servido a un propósito evolutivo, pero al mismo tiempo que la conciencia logra distinguirse del mundo circundante confunde al  pensamiento abstracto con el ser mismo. Este podría ser un primer punto a tener en cuenta: no confundir la realidad con su reflejo en la conciencia. La tendencia a darle credibilidad a la representación interior de la mente responde a la influencia de cierta potencia que actúa desde el plano astral que Steiner llama luciférica. Por otra parte, ya fuera de nuestro campo representativo, el mundo de los objetos materiales seducen a nuestro raciocinio con la posibilidad de ser lógicamente cuantificado, esta tendencia también responde a otra fuerza que actúa, esta vez desde los planos etéricos; son las fuerzas que Steiner llama ahrimánicas. El complejo rol que estas fuerzas juegan en el transcurso de la evolución no es el tema de este artículo, nos limitaremos a considerarlas como bases de referencia para la correcta actitud con la que debemos dirigir nuestras facultades evolutivas en vistas al futuro que se nos aproxima.

“La gente en la actualidad solo dice la verdad acerca de sí misma cuando declara que oscila continuamente entre dos extremos: en lo exterior el ahrimánico que les presenta engaños y espejismos; en el interior el luciférico que los lleva a vivir ilusiones, alucinaciones y cosas similares. Las tendencias ahrimánicas se encuentran hoy en la ciencia y las luciféricas en la religión.[8]

Al parecer, la actitud que debe tomar el hombre es la de un juez que equilibra los dos extremos de la falsedad en la que incurre el pensamiento, sumergiéndonos con “ahrimánica frialdad y desapasionamiento” en nuestra propia naturaleza, tratando de evitar las ilusiones de nuestra vida interior. En cuanto al mundo externo, la clave no está en desplegar allí imágenes de fantasía sino en poner entusiasmo, atención y devoción en los detalles de la vida que nos resulten interesantes. Según Steiner, la actitud correcta que debemos asumir lejos está de huir del conocimiento externo materialista sino que debemos educarnos a nosotros mismos siendo “más objetivos con nuestros propios impulsos y más subjetivos en lo que se refiere al mundo externo”.

RETROGRADACIÓN DE LO CEFÁLICO

En 1919, durante el ciclo de conferencias dictados durante el otoño en Dornach, titulado “La misión de Micael”, Steiner nos aproxima un esquema evolutivo que ilustra la relación de contraste entre el “órgano cefálico” con el resto del organismo humano.

“La corriente evolutiva que llegó a su conclusión culminante en la cabeza humana, se retrotrae a orígenes muy lejanos; en cambio, en lo referente a los demás rasgos que integran la figura humana no hay que retroceder hasta la etapa saturnal; los orígenes de las partes no cefálicas se pueden situar, en lo tocante a la formación toráxica a lo sumo en la etapa lunar, en tanto que el sistema de las extremidades es un postrer aditamento que no se incorpora sino hasta la etapa terrestre”.[9]

Aquí nos aporta una nueva idea acerca de la condición retrógrada de la cabeza desde una perspectiva más antropológica y la contrasta con el aspecto evolutivo de las extremidades, más cercanas, éstas últimas, a los aspectos novedosos de la evolución. La dependencia vital de la cabeza al resto del organismo la coloca a la zaga en el despertar espiritual del hombre; inclusive se nos da ejemplos bíblicos acerca del “aspecto inconsciente” de la clarividencia  en el pasado. Por varios medios Steiner intenta invertir la jerarquización que nuestra cultura actual le ha asignado a la cabeza y a la función pensante tal como hoy la entendemos. Tanto la cabeza como el pensamiento ya han cumplido su función directiva en la evolución iniciando, en nuestro tiempo, un “proceso de extinción progresiva”[10]. Esta actitud retrógrada de dar preponderancia al aspecto mental se ve influida por la actividad de Lucifer, cuya meta primordial es “convertir nuestra cabeza en un órgano vitalizado”. Todo este proceso regresivo se deriva, en realidad, de la retrogradación que sufre el aspecto terrestre;  es por eso que no es solamente lo psíquico lo que se ve amenazado por fuerzas antagónicas sino también lo volitivo que se encuentran a merced de las potencias ahrimánicas, cuyo despliegue procede desde el futuro, impidiéndonos ver el aspecto espiritual que trasciende a la materia.

“Y mientras que aquellas se apoderaron del intelecto, éstas se apoderan de la voluntad humana y se asocian con ella. (…) En tanto no se reconozcan como fuerzas objetivas del mundo, tan objetivas como el magnetismo y la electricidad, no permitirán alcanzar una certera visión de la naturaleza.”[11]

El presente evolutivo del hombre se ve amenazado, desde todos los ángulos, por dos grandes fuerzas retrógradas; por un lado surgiendo de un pasado remoto, Lucifer actúa a través de los pensamientos dentro de la subjetividad como “viniendo desde arriba”; por el otro, Ahriman situado en el futuro interviene a través de la voluntad desde el mundo externo como “viniendo desde abajo”. ¿Por qué viniendo desde abajo?; ¿Por qué, si es una fuerza que tiene su sede en el futuro sería retrógada?  Son preguntas que probablemente no sean respondidas totalmente en este artículo. Sin embargo podríamos decir, siguiendo el tema que nos compete, (que es el de la libre imaginación que nos depara como forma superior de conciencia, cuando la luna se una a la tierra), que las fuerzas ahrimánicas que nos acechan, en realidad, evolucionan igual que nosotros, pero en un rango inferior en la estructura de las jerarquías. Nosotros seríamos para ellos hoy lo que los ángeles fueron para nosotros en la Antigua Luna. Una carga que a la larga nos ayuda a evolucionar; una succión hacia la tierra que gradualmente se transforma en expulsión.

Retomemos por unos instantes el esquema de la evolución. Durante el desarrollo del ciclo terrestre, los acontecimientos se sucedieron de acuerdo a la ley de recapitulación hasta el desprendimiento de la Luna,  momento en el cual comienza la evolución de la tierra, sin antecedentes en la gran escala de avatares planetarios.  En estos períodos la imagen  que se nos presenta es descendente: cada uno de ellos va adquiriendo, con el correr del tiempo, una mayor densidad hasta alcanzar el máximo en la tierra. Podríamos decir que hasta aquí hay un descenso del espíritu a la materia. A partir del quinto ciclo y la quinta época, principalmente en cuanto a la densificación de la materia (y sus correspondientes estados de conciencia) la estructura de la evolución  inicia un retorno hacia el origen, es decir que retrograda a la vez que asciende, gracias a la ley del espejamiento. Es en este punto donde puede observarse con claridad la importancia de la libertad como variable clave de nuestro futuro, al otorgarnos la capacidad de movernos con soltura en un mundo donde estructuralmente no hay más novedad. Se comienzan a superponer en la quinta época, recapitulaciones y espejamientos. La densidad terrestre se clarifica dejando atrás el mundo mineral y con ello, los pensamientos. Steiner nos dice que las fuerzas ahrimánicas que surgen de la tierra como la electricidad y el magnetismo deben ser comprendidas en su profundidad. En algún sentido nosotros debemos conducirlas hasta alcanzar su humanidad, y que por eso es importante conocerlas y no obviarlas como suelen hacer los científicos del presente, así como también lo hicieron los religiosos en épocas anteriores con la fuerzas luciféricas. Estas últimas, como jerarquías superiores, sí involucionaron para acelerar nuestra evolución “descendente”. Lo difícil de esta parte del artículo es que no hay que perder de vista el esquema de las leyes principales de la evolución como la recapitulación y el espejamiento.[12]

LA CONCIENCIA IMAGINATIVA Y LA LIBERTAD

Las coordenadas espacio temporales del desarrollo humano trazan una perfecta cruz; la clave de la reconexión del hombre con los planos divinos pareciera darse en el entrecruzamiento simultáneo entre el “proceso del mundo exterior y el proceso de nosotros mismos” buscando en nuestra interioridad “un fenómeno ambivalente que intervenga al mismo tiempo en algún proceso externo”; algo que sea a su vez “subjetivo y objetivo”. ¿Cuál es ese punto medio de la encrucijada? Entre la cabeza y las extremidades, el corazón; entre lo cefálico y lo motriz, lo rítmico; entre el pasado y el futuro, el presente; entre el pensamiento y la voluntad, el sentimiento; entre los conceptos y los deseos, la imaginación.

¿Pero qué tipo de imaginación? ¿La misma que antaño, cuando la Luna aún se hallaba unida a la Tierra, nos conectaba con la realidad divina? ¿O es, más bien, lo que hoy asociamos a la fantasía y, por tanto, a la irrealidad? En primer lugar diremos que la imaginación, si bien es el antecedente inmediato del pensamiento libre, no emana del cuerpo cefálico en decadencia sino del resto del cuerpo, recientemente construido en las etapas terrestres, particularmente de la musculatura, representando más bien al movimiento que a la reflexión. ¿En qué sentido sería el nivel de conciencia apto para las épocas venideras?

En las conferencias médicas dictadas por Steiner durante la Pascua y la Navidad de 1924, nos dice algo así como que ningún médico puede curar con el solo uso de la lógica abstracta; para curar es necesario sentir el deseo de curar y desarrollar el poder de la imaginación. El mundo espiritual no puede explicarse con las leyes del mundo sensible, pues allí, en los niveles inmateriales de la existencia, las leyes que explican el mundo material funcionan de manera invertida.

“En el mundo físico, por ejemplo, la parte es más pequeña que el todo; es un axioma. Esto no es así en el mundo espiritual, en el cual la parte es siempre más grande que el todo (…) Aquí, en el mundo de los sentidos, la recta es el camino más corto entre dos puntos; en el mundo espiritual es el más largo, porque progresando en línea recta es como nos encontramos con el mayor número de obstáculos.”[13]

El camino hacia una evolución espiritual sólo podrá suceder a través de una comprensión artística de la realidad que integre el plano lógico con el sensorial. Este tipo de conocimiento se asocia más a la conciencia imaginativa que a las habituales representaciones mentales de la ciencia. Para nuestra cultura es casi imposible considerar a la imaginación como una fuente de conocimiento real; más bien tendemos a asociarla a la falsedad. Pero si la consideramos como un plano de existencia hacia el cual la evolución se dirige necesariamente, e intentamos observar a la naturaleza como si lo imaginativo formara parte de ella, descubriríamos un potencial cognoscitivo más amplio que el ordinario, cuyo alcance se proyectaría hacia los estratos más profundos de la realidad, distintos a lo que se dan en lo meramente sensible. El plano de conciencia al que debemos acceder para entrar en sintonía con lo que se avecina se asemeja más al tipo de conciencia que experimentamos en los sueños; como si pudiéramos traer a la vigilia algo de esa manera de experimentar la realidad. El hombre del futuro tiene que poder contemplar la estructura imaginativa de la naturaleza pero no desde las fantasías exacerbadas por el idealismo luciférico sino como una realidad objetiva a la cual la lógica materialista inspirada por Ahriman no puede acceder. Este es, básicamente, el fundamento por el que Steiner propone la visión del mundo de Goethe como un modelo a seguir. Sólo meditando sobre lo  verdaderamente artístico podremos entender el reino que está por encima de los minerales, del que sólo vemos una expresión en las superficies de las cosas.

El camino que hemos descripto lleva en seguida al conocimiento imaginativo, siendo la primera etapa del conocimiento superior .(…) Esta palabra ‘imaginativa’ podría significar que se trata de una representación imaginaria, que no corresponde a realidad alguna; pero el sentido oculto de la palabra ‘imaginativa’ significa un modo de conocer las cosas mediante un estado de conciencia superior en el alma.”[14]

Steiner nos habla en su Ciencia oculta de un mundo de símbolos e imágenes que se corresponde con un estado superior de conciencia capaz de captar “seres y hechos verdaderos”. Estos símbolos concentran una fuerza especial en el alma por la que puede desligarse de sus ataduras con lo sensorial. Es por eso que a través de este estado de conciencia (que en un sentido se asemeja al sueño pero que en realidad es un “estado intensificado de la vigilia”), el alma experimenta su esencia independiente. Ahora sí estamos en condiciones de responder a la pregunta inicial de este artículo: ¿En qué se distingue el estado de conciencia imaginativo que deberemos asumir en el futuro próximo con respecto al ya experimentado en el período lunar donde aún no existía el hombre libre? Precisamente en que a la conciencia imaginativa del futuro  debemos conquistarla con nuestra libre voluntad. Esto es lo que nos permitirá reconectar el lazo con el mundo espiritual perdido en la Lemuria. El hombre necesitó atravesar durante milenios los áridos senderos de la individualidad terrestre, separada de los lazos naturales con los seres superiores, a cambio de afianzar su libertad. Pero ahora no es ni a través de su racionalidad ni de su fantasía que habrá de ejercerla sino a través de una acción del alma. En este sentido el espejamiento del  estadío de conciencia del pasado en el presente podría ser una suerte de repetición invertida de lo ya vivido; cuando la sustancia lunar se reintroduzca en la sustancia terrestre volveremos a un hábitat de imágenes y símbolos pero, esta vez, a diferencia de lo acontecido en el pasado, seremos libres, espiritualmente libres. Pero la persistencia de esta libertad en el futuro no es gratuita sino que depende de una actitud de nuestro presente. A esto se deba, quizás, el fatal tono de advertencia expresado por Rudolf Steiner en la primavera de 1921. Nos dice Rudolf Steiner con respecto a nuestra existencia en el futuro:

“El hombre será libre en la medida en que su interior lo permita, precisamente en el hogar que él se haya construido; en Júpiter y en Venus, será tan libre como su estado de evolución lo permita, aunque bajo las condiciones existentes en el Cosmos. La libertad no dependerá de lo que ha sido predeterminado por las condiciones anteriores, sino de lo que el alma haya sabido hacer de sí misma”.[15]

BIBLIOGRAFIA

Rudolf Steiner, La encarnación de Ahriman. 7 confs., Dornach, Zurich, Berna y Stuttgart entre octubre y diciembre 1919

Rudolf Steiner, La misión de Micael. La revelación de los verdaderos misterios de la entidad humana. 12 confs., Dornach, 21 noviembre a 15 diciembre de 1919

Rudolf Steiner, Perspectivas de la evolución de la humanidad. El impulso cognoscitivo materialista y la tarea de la Antroposofía. 17 confs., Dornach, 2 abril a 5 junio 1921

Rudolf Steiner, Meditaciones sobre el arte de curar, Dornach 9 de enero de 1924

Rudolf Steiner, Ciencia oculta, Dédalo, 1985


NOTAS

[1] Santiago Traverso, “Un posible retorno a la conciencia imaginativa”: https://numinousantroposofia.com/un-posible-retorno-a-la-conciencia-imaginativa/

[2] Rudolf Steiner, Perspectivas de la evolución de la humanidad. El impulso cognoscitivo materialista y la tarea de la Antroposofía, 17 confs., Dornach del 2 abril a 5 junio 1921

[3] Ibid 1

[4] Rudolf Steiner, La encarnación de Ahriman, 7 confs., Dornach, Zurich, Berna y Stuttgart entre octubre y diciembre 1919

[5] Ibid 2

[6] Ibid 2

[7] Ibid 1

[8] Ibid 2

[9] Rudolf Steiner, La misión de Micael. La revelación de los verdaderos misterios de la entidad humana, 12 confs., Dornach 21 nov a 15 dic 1919

[10] Ver Rudolf Steiner, La misión de Micael, Ed.Antroposofica, 2006, pag 47

[11] Ibid 8

[12] Santiago Traverso, “Un posible retorno a la conciencia imaginativa”

[13] Rudolf Steiner, Meditaciones sobre el arte de curar, Dornach 9 de enero de 1924.

[14] Rudolf Steiner, Ciencia oculta, Dedalo1985, pag 178

[15] Rudolf Steiner, Ciencia oculta, Dedalo1985, pag  242

SOBRE EL AUTOR

Santiago Traverso es profesor de filosofía, escritor y artista escénico. Se formó en Antroposofía. Dicta clases de teatro en la Escuela Waldorf Arcángel Gabriel y seminarios de filosofía en la Escuela Argentina de Euritmia. Ha realizado obras en diversos teatros en Argentina, Inglaterra, España y Estados Unidos (Nueva York).  Actualmente trabaja en la publicación de dos obras literarias, El Oro de los Payasos y Corpus indeleblis.

Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de Revista Numinous.

También puede interesarte...