POR: ELIZABETH TAUSZIG DE POODT
Una vida puede llegar a la Tierra y, por haber decidido olvidarlo todo en el Umbral, encarnar con “la duda” que la acompañará hasta que haya podido encontrar “la certeza”.
El arte me ha ido llevando por un camino que no ha sido ni fácil ni corto, pero sí directo, y la Antroposofía ha sido una luz que fue tomando fuerza, iluminando cada vez con mayor claridad la senda. Por medio de esta filosofía tengo la posibilidad de investigar las realidades del mundo sensorio y la realidad invisible utilizándome como objeto de investigación. Muchas de las preguntas que me realizo no son satisfactoriamente respondidas por las ciencias duras, mas las vivencias de los mundos sensibles al alma y al espíritu me brindan certezas que son inexplicables a la razón.
Las ciencias que han llegado a mí desde pequeña crearon un espacio estimulante, pero bien separado de aquel que latía interiormente desde lo espiritual. El tema del color siempre ha rondado mi existencia.
Desde mis primeros años de vida, los vidrios coloreados y aquellos que producían pequeños arco iris que se reflejaban por paredes y techos hipnotizaron mi alma, así como me atraparon con intensidad las luces que hacían cambiar mágicamente los colores de las cosas.
Más tarde, entrando en mi juventud, definí el camino a seguir como artista plástica y esta decisión me llevó a iniciar el camino del conocimiento del color. Así fue que supe que según Newton, los rayos de luz que se crean en el sol están compuestos por infinidad de rayos simples que se pueden separar por la refracción producida en un prisma, y entonces formula la idea de que la luz blanca lleva dentro todos los colores, menos el negro, porque a su entender, el negro es ausencia de luz. Un concepto claro, mensurable y que no podía ser cuestionado se enfrentaba silenciosamente con aquello que yo oía en mi interior generando la continua duda: ¿cuál es la verdad completa, son los mundos terrenal y espiritual mundos separados, en dónde y cómo se unen en mí? Preguntas que no tenían respuestas. Respuestas que generaban más dudas. Dudas que originaban miedos. Recién con mi encuentro con la Antroposofía los mundos comenzaron a acercarse. Goethe estaba convencido de que los colores no se ocultaban en la luz blanca. Él sentía que la oscuridad y la luz eran entidades por sí mismos y que ambos eran necesarios para el nacimiento de los colores. Pero no buscaba explicaciones mecánicas físicas, sino una nueva manera de explicar los fenómenos y no descansó hasta que logró comprender los principios unitarios del color que incluirían los aspectos “morales”. En esa búsqueda infinita pude sumergirme mientras pintaba. Coincidí profundamente en que uno debe contar con la comprensión del color, no sólo como un hecho físico sino también poder percibir la entidad espiritual que subyace a las vivencias anímicas. Goethe nos dice que lo que percibimos del color sólo son efectos, y que ellos actúan como guías para que podamos acercarnos al conocimiento íntimo de la luz.
Luego Steiner da una vuelta más de tuerca a la teoría de los colores y como complemento de las investigaciones de Goethe ofreció la idea de Imagen Espiritual, o sea un acercamiento aún mayor a lo que vive en los arquetipos de los colores. En este sentido, nos presenta al color a modo de imagen real de procesos anímicos-espirituales no visibles para los ojos físicos, procesos que se dan entre lo muerto y lo vivo, en lo anímico y lo espiritual. Steiner formuló la idea de que “El color es un Ser, que produce su sombra o imagen dentro de un medio”.
Tanto la luz y oscuridad como los colores en estado puro no son visibles con nuestros ojos; sólo podemos tener reales vivencias de ellos con nuestra alma y espíritu. Pero sabemos que por medio de la Euritmia podemos “hacerlos visibles”. Tener la vivencia de que los colores son seres espirituales que no necesitan morir en la materia para tornarse visibles, sino que por medio de la Euritmia pueden aparecer ante nuestras almas, fue una importante vivencia para mí. Y esto me llevó a comprender que cuando analizo, cuando pienso con la mente ciertos contenidos, ella puede fácilmente encontrar discursos que los cuestionen, que hagan que yo pierda por completo el suelo firme en donde erguirme. Mas si paso las preguntas por el cuerpo, me entrego a los movimientos eurítmicos y creo aquella calma en mi interior, surge invariablemente la vivencia de certeza. Comprendí en aquel momento que las certezas que disolvían las dudas estaban tan a la mano como simplemente vivenciarlas desde el movimiento, escuchando desde el silencio más íntimo las verdades olvidadas. Me encontré entonces en ese presente eterno que permite que me sienta con la capacidad de pensar con mi Yo Superior, mientras el ego acalla a la vez que se ilumina.
Para iniciar el camino del verdadero conocimiento de los colores, dejé entonces a un lado –por un momento– todos los conocimientos cuantitativos y mecánicos sobre la luz –que no niego–, e intenté comprender el principio cualitativo para ampliar mi percepción. Desde esta posición asentí que la luz y la oscuridad son opuestos y no la oscuridad ausencia de luz (lo que supondría que sólo la luz existe y la oscuridad es la nada misma). Ambos son activos a su manera, de modo que la oscuridad puede debilitar a la luz o la luz activar a la oscuridad. Pude vivenciar cualidades opuestas como rectitud y frialdad para la luz, curvas y calor para la oscuridad. Y además identificar la luz con la conciencia y el pensar y a la oscuridad con la voluntad. Mientras el pensar ilumina desde dentro del Ser y fluye radial hacia el exterior, puedo experimentar a la oscuridad como algo que se mueve en la periferia, envolviendo y nutriendo. Puedo, hasta en cierto punto, sentir el secreto de la voluntad creativa que pulsa hacia el futuro, creando movimiento y vida hacia el encuentro con la luz. Entre ambos crearán aquel medio que llamamos presente, sentir, color.
Estos conceptos se transforman rápidamente en vivencias cuando, por medio de la Euritmia, soy capaz de escuchar y sentir en el cuerpo esas fuerzas formativas. Por un lado, la luz, por su cualidad, siempre que esté presente, “dará impulso”, generará el inicio del movimiento interior en una forma enérgica, activándonos hacia lo social. Por el contrario, la oscuridad nos ofrece resistencia y peso, invita a la intimidad al mismo tiempo que nos brinda nutrición calórica para permitir lo ulterior. Igualmente, como el punto centro y la periferia de un círculo son expresiones simultáneas de lo mismo, podemos vivenciar la luz que nos alcanza desde el cosmos y nos penetra permitiendo que el brillo espiritual reluzca en nuestro interior, como también experimentar la oscuridad íntima que con su calor irradia hacia nuestro derredor.
Percibo la luz que llega hacia mí y simultáneamente puedo experimentar, por ejemplo, que con cada estiramiento de mis miembros, la luz fluye al mundo. Con la rectitud de los brazos la luz interior circula con velocidad hacia fuera por la médula misma de mis huesos, y allí, fuera de mí se encontrará con la oscuridad circundante; mientras que con la flexión de los mismos, la luz es consumida antes de poder salir de mí y de ese modo en mi intimidad se iluminan y activan aquellos colores con mucha oscuridad. Esta es una profunda certeza, y las certezas se confirman con la alegría interior que resplandece en el alma al vivirlas.
Como dije, el color aparece en donde la luz y la oscuridad se encuentran: en el medio, así como aparece lo anímico colorido entre el pensar y la voluntad, en nuestro pecho. Este ámbito es muy amplio y tiene infinidad de sutilezas. Así como podemos vivenciar infinidad de sentimientos (alegría, entusiasmo, euforia, o dolor, disgusto, pena) como dos polos bien diferenciados y en cada uno de ellos una variedad de matices; también podemos nombrar infinidad de tonalidades de colores que aparecen en el encuentro de estas fuerzas. Así, podemos sentir que el amarillo es una luz apenas mitigada por la oscuridad, un color que aparece alegre, rápido y radiante ya que recién ha nacido del sutil encuentro de la luz y otro ser: la oscuridad. ¿Pero qué sucede si pensamos que esa luz quiere seguir avanzando y encuentra aún más densidad? Pues tendrá que usar un tanto de valor para poder hacerlo y allí entonces, encontramos al amarillo oro, y un poco más allá al naranja. Y si siguiera avanzando y encontrando aún mayor oscuridad, a ese valor tendrá que agregar mucho más fuerza y violencia para no ser vencida e irán apareciendo los rojos.
Si, por otro lado, nos situamos en la plena oscuridad y de pronto se hace presente una muy pequeñita porción de luz, de esta oscuridad nace por vivificación el violeta, que al contacto de más luz se tornará en azul. Este azul se irá tornando más claro y verdoso cuanta más luz aparezca en su camino, brindándole luminosidad, y el verde será el color que aparezca cuando ambas fuerzas primigenias se igualen y armonicen fluyendo horizontalmente en el medio. En cambio, el rojo es luz atenuada por la oscuridad, conteniendo también partes iguales de ambas, pero en estado de lucha por dominio. Todas las sutilezas en la variedad de tonalidades son atractivamente posibles de ser vivenciadas en el cuerpo por medio de la experiencia eurítmica.
Para hacer un pantallazo de los gestos eurítmicos de los colores podemos tomar primero los colores activos mostrando lo lumínico de su naturaleza: el blanco, para empezar, no irradia ya que es la misma luz, por lo que los brazos extendidos hacia arriba sin tensión y con las manos abiertas tienen un leve subir y bajar mientras que de las puntas de los dedos uno siente que salen chispitas de iridiscente blanco. Todo el cuerpo es blanco y está liviano y suspendido. Balder, dios en la mitología nórdica, es el dios de la luz, de la luz del mundo, que no puede ser herida, sólo brilla y deslumbra, extendiendo bendiciones sobre todos. Y Kandinsky la define como el silencio antes de nacer. Luego, cuando esta pura luz hace contacto con la primera gota de oscuridad, nace el amarillo, que es radiante, brillante, recto y rápido. Como euritmista no puedo perder la conciencia radial que nace en mi corazón y traspasando mis dedos llega hasta más allá. Percibo mis alas en mi espalda, que alivianan mi sensación de gravedad. A medida que el amarillo va poniéndose más cálido, los brazos van perdiendo tenor. Cuando se va frenando por la oscuridad en aumento, da nacimiento al naranja que ha de mostrar el valor que fluye desde mi pecho; irradia, pero los brazos se flexionan un poco, mostrando cómo la oscuridad está mitigando su fuerza a la vez que percibo al espíritu que penetra en mi sangre. Para ello la postura muestra liviandad y auto sostén al mismo tiempo, y las manos y antebrazos irradian brillantes hacia adelante. Ese naranja valiente avanza pero, poco a poco, va al encuentro de mayor resistencia y la tenacidad deberá acrecentarse, debiendo el euritmista bajar los brazos hasta la altura del pecho y desde allí empujar con decisión y sentir la resistencia que se antepone. El rojo entonces no se puede vivenciar más que como esa fuerza que empuja hacia fuera, emitiendo la luz que sale al encuentro con la oscuridad del mundo, haciendo visible el resplandor de la vida. El lugar de encuentro de ambas fuerzas se produce en la piel de las palmas de las manos y crea un instantáneo calor localizado.
Si ahora nos acercamos a los colores pasivos, veremos de mostrar lo oscuro de ellos. El verde se encuentra a la misma altura que el rojo, en el medio, pero cambiando drásticamente la actitud. Como euritmista lo representaré justo en donde tanto a la oscuridad como a la luz se les acaban las fuerzas de lucha. En los pigmentos, el verde es mezcla del azul y el amarillo, azul que no ha sido tan activado y amarillo que no ha sido tan mitigado, por lo que aparece entonces en él la alegría del amarillo con la quietud del azul, una “alegría pacífica” que tiene por nueva cualidad la del fluir: armonía entre la luz y oscuridad. Lo vivenciamos en esa calma que fluye equilibrada apoyándose sobre la Tierra, ensayando ésta su soñar con las plantas. Ambas fuerzas danzan en armonía. Los brazos flotan ondulantes, movimiento que pasa de un brazo a otro fresco y relajado. Pero cuando el verde se va oscureciendo, el movimiento se enlentece y los brazos van sintiendo el peso de la gravedad. Las manos se oscurecen levemente curvándose a modo de cuencos para recibir y escuchar el susurro de la Tierra. La oscuridad actúa, llama más y más a los brazos hacia sí, haciendo que las palmas de las manos tiendan a mirar ahora al propio cuerpo del euritmista. Y siguen bajando y bajando, más lentos y más pesados, la oscuridad está logrando su cometido: mitigar todo vestigio de luz remanente en el color. En el azul profundo los brazos llegan a no tener fuerza para sostenerse y se ubican a los costados del torso con las manos en relajado cuenco, mientras en mi interior reluce el azul más profundo. En esa intimidad, antes de solidificarse, el azul oscuro puede encontrar una chispa de vida y muestra ese primer destello de luz que ha podido activar a la oscuridad. Ese destello de rojo crea renovados pulsos de vitalidad violeta, y permitirá que el euritmista no caiga en el negro.
¡Cuánta sutileza podemos hacer visible con simples gestos con brazos, pies, hombros, miradas! Todo nuestro cuerpo puede moverse y ser eco de estas vivencias. Y no me refiero únicamente a nuestros miembros físicos sino especialmente a aquellos etéricos; son éstos los que visibilizan lo espiritual. Los arquetipos hablan utilizando nuestros cuerpos como herramientas y cuando hemos podido ser instrumentos, somos recompensados con una felicidad muda que nos invade de certezas. Y entonces nuevas verdades pueden hacerse presentes. Al principio, yo tomaba las formas dibujadas de las distintas piezas para euritmizar, como “caminos” que debía transitar o recorrer. A partir de comprender que en nuestro cuerpo físico somos “frontera” entre el mundo espiritual y el terrenal, entendí que moverme en esas formas significaba modelar espacios: en cada movimiento puedo crear espacio delante o detrás de mí. Es entonces mi clavícula la que va dejando, como consecuencia, el rastro de esa línea que aparecía en el papel y no era yo alguien que “caminaba sobre un trazo ya determinado”. De la mano de esta vivencia comprendí entonces que sería imposible realizar una curva de carácter rojo, plena de actividad, si no tengo en cuenta que un verde me da calma desde mis espaldas para no disolverme en esa exterioridad. Tampoco podría realizar una I amarilla en una recta hacia atrás si no soy consciente de que el violeta me mantiene unida a la voluntad de la Tierra, ni tampoco caminar valientemente un naranja sin sentirme amarrada al mundo espiritual con un pesado manto azul, que me ofrece la resistencia necesaria para que yo pueda generar la actividad que me lleva adelante. Con estas percepciones conscientes puedo crear espacio y tensión en cada movimiento, buscando incansablemente la interacción de los colores que porta cada compañero por delante y por detrás.
Aquí podemos también hacer mención de que los colores se manifiestan en el movimiento de las formas. Por ejemplo en cada espiral que formemos desde afuera hacia adentro podremos ser portadores del proceso de la luz entre el luminoso verde amarillento hasta el azul oscuro, mientras que si queremos salir desde el centro casi detenido de la espiral hacia la periferia, debemos acudir a la vivencia del violeta que nos permitirá unirnos a las fuerzas del rojo, encontrando más y más luz hasta poder hallarnos en el puro blanco exterior. Las letras y notas musicales también se expresan con colores, como también los estados anímicos, planetas y signos zodiacales. ¿Cómo haremos para colorear cada gesto sin perder en ningún segundo la conciencia de todos los seres espirituales presentes? Es sólo cuestión de práctica. Como euritmista siempre mantengo en mi consciencia que puedo hacer visible cualquier color, pero cuando lo suelto para hacer lo mismo con otro, aquel primero no desaparece, sino que simplemente se retira un poco de mí y permanece presente, flotando, observando curioso, creando el hermoso paisaje etérico que brilla a mi alrededor junto a los demás colores que han sido convocados. Pintar con pinturas, fue mi primer tramo de camino. Intenté moverme con los colores materializados en los pigmentos apoyándolos en un plano. Esa vivencia comenzó con óleos, luego pasé a utilizar los acrílicos ya que me permitían mezclarlos con agua, diluirlos un poco, y finalmente usarlos muy aguados (como acuarelas) y así poder trabajar danzando con mis brazos, moviéndolos, insinuando una libertad momentánea. Pero llegado el momento del secado, una sensación de muerte me invadía. Esos colores que habían llegado desde muy muy lejos, habían pasado por el fluir de mi astralidad y mis manos y luego de una fracción de tiempo de vida, quedaban estáticos, amordazados, mostrándose como imagen pasada de algo que ya no era. Con cada sacrificio me hablaban, yo oía, me iba conociendo porque ellos hablaban de mí. Y llegó un día en que de la mano de la Euritmia, la salud de los colores me alcanzó. Hoy intento ser color e impregnar el aire con su esencia, permitiendo que ellos digan lo que quieren decir al mundo. Colores vivos en movimiento, que son siempre presente y no se hacen pasado porque ellos son siendo. Hoy advierto que tengo la capacidad de espiritualizarlos, vivo con ellos, ya no espero que “sequen”. El color es como la sangre, es el vehículo del Yo y del cuerpo astral, y gracias a la Euritmia, no sólo puedo pintar atmósferas siendo color, sino especialmente sentirme Hombre, pudiendo regresarlos al mundo espiritual habiendo recibido como hermoso regalo su donación de acercarse a mí.
La Euritmia es un Ser que se nos brinda por completo para poder transformarnos en herramientas de la voluntad crística. Y con esta certeza y profunda alegría como obsequio, se hace realidad mi deseo de permear el aire, permitiendo la visibilidad de la luz, la oscuridad y los colores vertiendo fuerzas creativas en la Tierra, como agradecimiento al mundo que nos ha creado.
Sobre la autora:
Elizabeth Tauzsig de Poodt es profesora de dibujo y pintura recibida en la Escuela de Bellas Artes Pueyrredón (1987) y Euritmista certificada por la Sección de Arte del Goetheanum (2015). Actualmente, forma parte de grupos artísticos de Euritmia y brinda este arte como docente en el Instituto Superior de formación docente Perito Moreno, guiando grupos de adultos, brindando módulos en distintas formaciones. También se encuentra ligada al nuevo impulso de la Escuela Argentina de Euritmia.
Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de Revista Numinous.