POR: PEDRO GUIRAUD
La música habla con tanta fuerza al alma humana porque es la encarnación de aquello que expresa el ser más profundo del hombre, su verdadero ser, su voluntad.
(RUDOLF STEINER [1])
La música no existe. La música acontece, tiene lugar en el mundo, en determinados momentos, bajo determinadas condiciones, mediante determinadas personas-músicos, y determinados instrumentos. Todas estas condiciones y medios posibilitan que el tiempo presente dé lugar a los sonidos ordenados que ocasionan una música. Presente, sonidos ordenados consciente o inconscientemente, música. Los medios están a la vista, como las personas, el contexto y las circunstancias. La música no. No existe para la vista, sólo para el alma. Y digo el alma porque el oído es también un medio, quizás el último medio físico que recibe las llamadas ondas sonoras, producidas por voces o instrumentos. Pero así como recibe sonidos que no son música, como los ruidos, en el alma se produce mediante otros sonidos el acontecimiento musical. Al percibir los sonidos que sí son música, cuando estos son producidos en tal sentido por el músico, cuando la intención, la voluntad y el sentimiento preceden al movimiento de la mano que baja pulsando las cuerdas de una guitarra, o se llenan de aire los pulmones para dirigirlo consciente e intencionadamente a la embocadura de una flauta, el alma percibe música. Sabe cuándo es música el sonido y cuándo le es indiferente por ser otro tipo de sonidos los que la afectan. Lo sabe antes que la mente. Ésta reconoce la música por el movimiento anímico que se produce, y entonces puede caracterizar sus cualidades, géneros, ordenar su carácter, su instrumentación, decidir si le gusta más o menos, etc., cuando el alma ya ha emitido su juicio, es decir, ya se ha conmovido en mayor o menor medida. Siempre después. El pensamiento ordena –o no– a posteriori. El efecto de la música en el alma, por no hablar ya meramente de sonidos, es inmediato y casi se podría decir inevitable, porque así como el oído no puede cerrarse como lo hacen los ojos, el alma ya se ha conmovido cuando nos ponemos a pensar sobre lo que se escuchó y se escucha.
Entonces tenemos en cierta forma un recorrido, un camino que se desarrolla con lo que llamamos música. Se produce físicamente un estímulo sonoro en el exterior, nuestros oídos son como portales por donde estos entran, en nuestro interior sentimos el efecto de la música, vivenciamos las infinitas cualidades que son posibles, cada cual con su color anímico. Luego la mente reelabora en mayor o menor medida lo que el alma experimenta. Esto en cuanto al mero hecho del acontecer en tiempo presente de un suceso musical. Es algo muy fácil de seguir, no es complejo, es comprensible y comprobable para cualquier persona que quiera detenerse un momento en estas cuestiones. Cito aquí lo dicho con respecto a esto por Rudolf Steiner (1861-1925), en una conferencia de 1923: “La vivencia musical atañe en realidad al ser humano por completo, y el oído tiene una función muy diferente en la vivencia musical a lo que habitualmente se cree. Nada hay más erróneo que decir simplemente: yo escucho el tono, o yo escucho una melodía con el oído. Esto es algo totalmente equivocado. El tono o una melodía o cualquier armonía es en realidad vivenciada por todo el ser humano. Y esta experiencia llega con el oído de una manera muy particular a la conciencia. ¿No es cierto? Los tonos con los que habitualmente contamos tienen como su medio el aire (…). Pero lo que nosotros vivenciamos en el tono no tiene absolutamente nada que ver con el aire. Y la cuestión es esta: el oído es el órgano que separa primero, antes de la vivencia del tono, lo aéreo del tono, de manera que nosotros al vivenciar el tono como tal, en realidad lo recibimos como resonancia, como reflexión. El oído es en realidad aquél órgano que nos arroja de vuelta el tono que vive en el aire al interior de nuestro ser humano, pero de tal manera que el elemento aéreo se halla aislado, y luego el tono, en tanto lo escuchamos, vive en el elemento etérico. Es decir, el oído está en realidad allí para, si se me permite la expresión, vencer al sonido del tono en el aire y arrojarnos la vivencia etérica pura del tono de vuelta hacia el interior. Es un aparato de reflexión para la percepción tonal”. (1)
Ahora bien, algunos pueden permanecer en este circuito invisible, pero audible e infinitamente maravilloso y rico. Para quienes no creen en la magia, tienen aquí un ejemplo. Pero otros podemos seguir indagando y preguntarnos, si todo comienza allí, en el instrumento y el músico, y si todo termina allí, con la nota final de la melodía que fue escuchada por alguien. Un primer campo de exploración podría ser esa música que no está siendo tocada en el momento pero que de alguna forma escuchamos: la música que recordamos. (re: de nuevo; cordis: corazón, es decir: volver a pasar por el corazón.) Recordar una melodía cualquiera, escuchada de esa otra forma que no es los oídos físicos, sino con los interiores. Escuchar con el alma. Aquí podríamos decir que la mente cumple un papel diferente y más activo que cuando escuchamos con oídos físicos, en este caso la mente y el corazón (corazón como sentido figurado de lo anímico) están actuando en conjunto y, forzando un poco la imaginación, quizás esta melodía ocurra antes en el pensamiento que en el sentir, aunque seguramente sea un accionar indivisible en conjunto. Pero la pregunta es: ¿Qué pasa con ésta música?
Según se decía en la antigüedad, existen tres formas de la música, tres instancias. En aquél entonces la música, en general las artes, no estaban separadas de la ciencia y/o de la religión. Las artes liberales se ordenaron luego en dos grandes “campos”. Por un lado el trivium, que abarcaba la gramática, la dialéctica y la retórica; por el otro lado la música pertenecía al campo de las artes relacionadas con las matemáticas, denominado quadrivium, y se estudiaba junto con la astronomía, la geometría y la aritmética. Asimismo, yendo todavía mucho más atrás en el tiempo, el ser humano se sentía y se veía conectado con el universo, con el cosmos y con los elementos de una forma en que hoy nos es difícil de comprender. Todo tiene un por qué en el desarrollo de la humanidad y esa cosmovisión integradora entre el ser humano, el arte, la ciencia y la religión se vuelve a encontrar en una ciencia espiritual, la Antroposofía, que tiene su impulso inicial a través de Rudolf Steiner en el cambio del siglo XIX al XX, y que se sigue ampliando y desarrollando en nuestro presente.
Filósofos, sabios e investigadores de la antigüedad como Aristóteles, Pitágoras y muchos otros, denominaban estas tres instancias de la música como musica mundana, musica humana y musica instrumentalis.
Cito como ejemplo una definición muy sintética y clara de Boecio, quien viviera entre los años 475-524 de nuestra era, y escribiera varios tomos sobre el tema, de esta tripartición de la música: “Existen básicamente tres tipos de música; en efecto es la primera la música del universo (musica mundana), la segunda la humana, la tercera aquella que se ejerce con determinados instrumentos”.
Más tarde, lo mismo escrito por Hugo de St. Victor (aprox. 1096-1141 d. C.): “Existen tres tipos de música: música del universo, música del hombre, música del instrumento. La música del universo (suena) en los elementos, en los planetas, en el correr del tiempo. (…) La música del hombre (suena) en el cuerpo, en el alma, así como en la conexión de ambas. (…) La música del instrumento (suena) a través del golpe, como en el caso del tímpano y las cuerdas, por el soplar, como en las flautas y pífanos, por el canto, como en las canciones y tonadas”.
Comencemos por la tercera. Como su nombre lo indica, musica instrumentalis es la música que produce el instrumento; esto es, la música en el momento de su ejecución, mediante ese, podríamos decir, cuerpo físico que es el instrumento musical, antes todavía de convertirse en música interior. Tomemos como ejemplo el violín: el recorrido que va desde la cuerda que vibra frotada por el arco, emitiendo un sonido que llega hasta los oídos físicos de los presentes, público o los mismos músicos.
Figura 1. En esta imagen se pueden distinguir, expresadas en una pintura de alrededor del año 1300 en Florencia, la alegoría plástica de la musica mundana, musica humana y musica instrumentalis. (Biblioteca Medicea Laurenziana, Pluteo 29.1).
Podríamos preguntarnos si esos sonidos que emiten los instrumentos antes de ser escuchados pueden denominarse música, ya que si esta no es vivenciada en el interior, si no son sopesadas las combinaciones sonoras anímicamente en el alma del oyente, no son otra cosa que eso, sonidos más o menos bellos, pero aislados. Seguimos forzando el tiempo para separarlo en fracciones, pero esto es sólo para que nuestro razonamiento comprenda algo que sucede simultáneamente en un todo.
La segunda, musica humana, tiene que ver con esta instancia a la que hacíamos mención, esto que ocurre como en un circuito entre el sentir y el pensar, en un ir y venir entre la mente y el corazón cuando, a través del oído, las ondas sonoras se descifran en sensaciones, sentimientos, colores sonoros que conmueven al alma, comprendiendo más allá de los conceptos el infinito arcoíris sonoro, la mágica gama interminable de armonías, el caleidoscopio musical que nos sumerge en un mar sonoro, invisible fuera, envolvente dentro.
Citando nuevamente a Boecio: “La música humana empero la observa todo aquel que echa una mirada sobre sí mismo. ¿Qué otra cosa es sino lo que aquella vitalidad incorpórea mezcla la razón con el cuerpo, cuando una cierta harmonía y organización, la cual al mismo tiempo pone en funcionamiento una única consonancia de profundas y altas voces? ¿Y qué otra cosa es entonces, lo que une las partes del alma entre sí, la cual según opinión de Aristóteles se compone de lo racional y lo irracional?”.
Edad media: Hugo de St. Victor: “La música del hombre (suena) en el cuerpo, en el alma, así como en la conexión de ambas”.
Pero Steiner y los antiguos hablan todavía de una tercera, la musica mundana. Descartemos primeramente la acepción habitual en nuestro vocabulario. Nosotros llamamos mundano a lo que pertenece al mundo, a nuestro mundo cultural, habitual, del mundo exterior. De mundo se le solía decir a alguien de experiencia, de conocimientos obtenidos en la práctica y en el intercambio con la gente de a pie. Esto aplicado a la música puede sonar a algo más parecido a un tango o cualquier música escuchada en la vía pública, nuestro mundo exterior. Nada más lejano de lo que describen Steiner, Boecio, Quintiliano, Ptolomeo, por tomar algunos ejemplos, cuando llaman música mundana a la música de los mundos, de los planetas, de las esferas. Musica universalis es otro término utilizado para esto mismo.
Rudolf Steiner: “En realidad esta visión (espiritual) es al mismo tiempo un oír y así también, como se dice: uno ve desde el otro lado, es decir desde atrás, la luna, Venus, Aries, Tauro, etc., se podría decir también que uno oye a los seres, que tienen su residencia en estos cuerpos planetarios, emitiendo tonos hacia las vastedades del universo”. (2)
También Steiner: “En un mundo sonoro espiritual ingresa entonces el hombre. Se trata de aquella conciencia de la cual Pitágoras ya había hablado como una armonía de las esferas. El universo entero hace sonar este ser y cuando el hombre se duerme por la noche, cuando su cuerpo astral se despide, junto con el yo, de su cuerpo físico y etérico, penetran entonces las armonías y melodías de la música universal a través del cuerpo astral” (3)
Boecio: “Primeramente pues, se puede reconocer mejor la música del universo en las cosas que en el cielo mismo se percibe, o en la complementación de los elementos o en la diversidad de los tiempos”.
En la observación de la “consonancia de las almas con el orden del universo” y su “continua coincidencia con la inversión” ,señala Plotino (203-269 d. C.): “Que los destinos de las mismas, sus vidas y sus decisiones se determinan por las posiciones de sus astros, que (las esferas) al mismo tiempo hacen percibir un sonido armónico y que se ha dicho esto de preferencia según analogía de la música y armonía. Esto no hubiera sido posible, si no se guiara según aquel no aleatorio hacer y sufrir del universo en las rotaciones objetivamente medidas, órdenes, los diferentes estadios vitales que atraviesan las almas, al moverse ora hacia allí (a lo inteligible) ora al cielo, ora hacia estas regiones de aquí abajo”.
Claudio Ptolomeo (138-180 d. C.): “La fuerza de la armonía es inherente a todo lo que está completo según su naturaleza, y se presenta más claramente en el alma humana y en los movimientos de los astros”. Aristides Quintiliano (I a II d. C.): “Lo particular (de la música) se encuentra principalmente en el hecho de que para ella, similar a como para la creación de la naturaleza, es característica la unión de los opuestos y ella lleva la imagen de la armonía del universo”.
Hasta aquí con respecto a la naturaleza de la música en sí, para situarnos en un punto de partida que va más allá del habitual mundo musical del que todos, sin distinción de idioma, edad, cultura o creencia en lo espiritual o material, podemos disfrutar.
Pasamos ahora al tema de la composición musical ¿Qué significa entonces componer música?
Habitualmente hablamos de composición de algo, cuando ese algo, sea una obra musical, plástica, poema, pero también un objeto, se compone de más de un elemento. Uno compone uniendo, sumando, combinando elementos en una nueva totalidad. Los colores en un cuadro, las palabras y las frases en un poema, los sonidos en una pieza musical. Pero cabe preguntarse por la naturaleza de esa composición de elementos, en donde el todo termina siendo más que la suma de sus partes. Las partes no caminan hacia el lienzo, las notas no se caen en el pentagrama, la sopa de letras no cuenta una historia hasta que la mente del artista compositor no las une en una totalidad, ordena, toma, descarta, observa, dice esto sí, esto no, le da un sentido. Y qué delimita una obra, cuándo debe poner y sacar componentes de la obra el compositor, esto lo sabe sólo él. Es su conciencia unida al sentimiento lo que le dicta cuándo, qué y cómo poner y sacar elementos, porque algo falta o sobra.
Algo falta o sobra de la obra. La obra misma pide más o menos y dice cuándo está completa. Es decir, en el momento de la creación el compositor está siguiendo pautas de algo más allá de él. Uno es el ejecutor del movimiento desde y hacia la obra, pero la última palabra la tiene ella. De nada sirve pretender agregarle cuatro compases más de determinadas notas de tal instrumento, porque por más interesantes que estos sean en sí mismos, la obra ya concluyó diciendo lo que tenía que decir y el resto sobra. La obra dijo lo que tenía que decir. La obra dice algo. La obra de arte habla, comunica, llega al oyente, al espectador, al lector y lo con-mueve. La obra concluye cuando pudo decir lo que tenía para decir, en su propio lenguaje, que va del arte al alma, a través de los sentidos. Y del alma al arte, a través del compositor.
Yo busco en el alma lo que la obra, antes de realizarse, está reclamando para ser en el mundo. Yo concibo una obra en mi mente y alma y la traigo al mundo, pero es ella. Encuentro sus componentes necesarios, la compongo, la visto de sonidos, de colores, de la materia que precise su lenguaje. Yo traigo una obra al mundo. Pero la obra estaba ya en algún lugar.
Ésta es mi manera de componer música: escuchando lo que la obra pide.
Ahora bien, escuchar en este sentido no es lo mismo que escuchar sonidos. Para escuchar adentro o arriba o del otro lado o como se quiera llamar, necesito silencio. Y así como cuando queremos escuchar detenidamente un sonido lejano tenemos que de alguna forma silenciar o apartar los sonidos que lo tapan, cerrar los ojos o dejar de ver para escuchar mejor, asimismo yo tengo que silenciar por dentro lo que sobra, sentir lo que me va diciendo solamente esto que quiere ser interpretado, descartando todo lo demás. Es decir, la obra va a querer venir, pero yo la tengo que querer buscar. Tengo que acallar ideas mundanas, lo que queda del día, pensamientos que no tienen que ver con ella, urgencias cotidianas deben ser postergadas en el momento de la composición, que es primeramente un espacio de meditación. Esto lo fui notando en la medida en que iba sometiéndome al proceso de una nueva obra por componer. Y más tarde pude tomar conciencia de ello cuando leí la obra de Rudolf Steiner La Iniciación. Noté que en algunos momentos, como el de la “Quietud interior” se describía un proceso muy similar al que yo experimentaba como necesario para poder componer. Extraigo arbitrariamente algunos pasajes: “Procura reservarte momentos de quietud interior, aprendiendo en ellos a discernir lo esencial de lo no esencial”. Sin esto no hay escucha interior posible. En otro pasaje: “De esta manera surge algo en él que sobrepasa los límites de lo personal. Dirige así su mirada hacia mundos más elevados que aquellos con los que le pone en contacto su vida cotidiana”. Y más adelante: “(sólo así) va trasladando a su interior el centro de su ser. Escuchará dentro de él las voces que le hablan en los momentos de quietud; cultivará en su interior la comunión con el mundo espiritual. Se ha apartado de la vida corriente. Reina el silencio en torno suyo. Hace a un lado lo que se encuentra en su derredor e incluso todo lo que le recuerda tales impresiones del mundo externo. La calma interior de la contemplación y la comunión con el mundo puramente espiritual llenan toda su alma”.
Yo no parto del sonido para componer una obra. Yo revisto de sonidos algo que quiere ser expresado y que en mí se manifiesta primeramente como imágenes internas, como gestos, intenciones, intensidades variadas, que en un principio no son sonidos, ni conceptos, ni imágenes concretas, sino más bien movimientos de algo que se expresa primeramente en mí, cuando pude en el silencio percibirlo, para después poder comprenderlo y bajarlo al papel y al sonido. Algunos dirán que se trata de la propia imaginación. Sí, es mi imaginación, no la de otro. Pero se pueden distinguir matices y cualidades en la imaginación. La pregunta es quién genera la imagen de la imaginación. ¿No será la forma de comunicarse, a través de nuestro filtro imaginativo, de algo que nos habla desde fuera? Aquí es donde me puedo preguntar por el alcance de aquella musica mundana en mi propia musica humana. Seguramente alcanzar conscientemente una escucha verdadera de aquella música de las esferas es otra cosa. Sobre esto han escrito verdaderos iniciados. Como ejemplo vuelvo a citar a Rudolf Steiner en una conferencia de 1910: “Esta Música de las Esferas sigue estando allí ahora mismo, sólo que la conciencia común no es capaz de escucharla. La Música de las Esferas es real, influye a todos los hombres desde el exterior como un obrar astral, sólo que el hombre no la oye”.
Pero quizás la musica intrumentalis que entra en el oído, mueve el tímpano, pasan los tonos y se transforman en musica humana, sea una equivalencia de la manera en que el mundo espiritual y la música de las esferas envuelven nuestra mente humana que las decodifica mediante su conciencia, transformando el universo en ideas, imágenes, colores, sonidos, formas, etc.
“Podemos entonces asimismo decir que el alma, durante la noche, se regocija y vive en el sonido ondeante, como el elemento del cual en realidad está entretejido, el elemento que es verdaderamente su hogar.
“El artista creador de sonidos convierte entonces el ritmo, las armonías y melodías que se impregnan durante la noche en su cuerpo astral, en un sonido físico.
La escritura musical a lo largo de la historia
Inconscientemente el músico tiene la imagen del mundo espiritual, la cual transforma en los sonidos físicos. Esta es la misteriosa relación entre la música que suena aquí en lo físico, y la escucha de la música espiritual durante la noche”. (4)
Nuestra música interior se compone entonces de dos corrientes: la del mundo espiritual y la del mundo exterior, sensorial y físico. Las dos corrientes componen nuestro interior. La música de arriba y la música de abajo fluyen hacia nosotros, conformando la música del medio. Hablando desde mi sincera experiencia, uno es primero receptor, luego emisor.
Pero en cuanto a la composición musical y su consiguiente escritura, aún es necesario otro paso antes de que las notas, el lenguaje musical propiamente escrito, quede plasmado en el pentagrama. Porque así como uno lee y escribe palabras, que equivalen a sonidos, porque el lenguaje se desarrolló a la par de su escritura, la música, que también son sonidos, desarrolló durante siglos un lenguaje y una escritura propias, no conceptual como la lengua hablada donde cada letra es una consonante o una vocal, pero sí de alturas y duraciones de los sonidos posibles con la voz o el instrumento.
Pero este lenguaje es también abstracto y también hay que estudiarlo como el otro. Nadie que no estudie el lenguaje musical escrito puede leer una partitura y automáticamente ponerse a tocar, por más musicalmente dotado que sea, ya que se trata de símbolos abstractos. Y aquí es donde en la composición a veces hace falta un intermedio entre la imagen, el gesto o movimiento imaginado y la escritura en lenguaje musical universal. Una instancia intermediaria más orgánica, inmediata y sí, visual, que me permita fijar en el momento lo que ocurre en mi mente. Porque he aquí otra característica de lo visualizado mentalmente: muchas veces es fugaz y no se puede retener por mucho tiempo. El gesto musical es un instante y así como la música que escuchamos, ocurre intangible, irrefrenable, no se detiene, se oye en tiempo presente y desaparece. Esa es una gran diferencia con el arte plástico. Entonces para retener simbólicamente esa fugacidad y eventualmente transmitirla a otros, uno hace uso de su escritura. En la Figura 2 y en la que abre este artículo muestro algunos ejemplos escogidos de mis procesos de creación. Los colores y las formas representarán después sonidos, intensidades, alturas y timbres.
Esto que he descrito hasta aquí no es ni más ni menos que un proceso individual, mi forma principal de componer y la que he descrito después de haberla hecho, sin un plan previo de cómo debo yo escribir una obra. Tampoco constituye este proceso una modalidad absoluta que pueda inhibir o impedir otras formas de componer. A menudo el proceso mostrado es sobre todo la primera parte, la más comprometida, ardua quizás, ya que enfrentarse con la nada, como con un papel en blanco, necesita de un grado inicial de fe en que algo va a venir del otro lado del papel. Hasta ahora siempre algo vino, pero cuando llegaron formas, melodías, sonidos, timbres, movimientos, intensidades, pausas, etc., después sí ya la obra está de este lado y uno puede continuar moldeándola con oídos y vista un poco más físicos, transformándola en escritura musical tradicional.
Hay métodos muy diferentes, como hay músicas muy diferentes dentro del universo musical. Músicas muy complejas o más simples, músicas que siguen fórmulas o patrones más establecidos o que intentan ser absolutamente individuales u originales. La forma sonata, el menuet, la chacarera, la canción popular, sin hacer ningún juicio de valor sobre los diferentes géneros, tienen, incluso dentro de sus grandes variedades, siempre formas preestablecidas que brindan un marco dentro del cual el compositor elige sus sonidos. Para ciertos géneros es difícil partir de un silencio y una escucha interior como la que describo. Lo más común sería partir de un ritmo, una estructura e incluso de armonías que ya suenan. Se puede comenzar una obra directamente apoyando los dedos sobre el teclado e improvisando. Allí, para darle forma a la obra terminada no hay que escuchar en el silencio, sino directamente con los oídos físicos. El alma del compositor decide entonces quién se queda y quién se va directamente a medida que escucha lo que sus manos van probando. Genialidades de la historia musical surgieron de ésta como de cualquier otra forma y género. La particularidad de la forma propuesta es que implica una total libertad en cuanto a ritmo, armonía, timbre y forma. Estos elementos los dicta la intención musical que se “percibe” en el proceso descrito anteriormente. Éste pretende brindarse por completo al lenguaje sonoro que llega desde “fuera”, por dentro, con el mínimo condicionamiento previo indispensable. La gama casi inabarcable de timbres posibles, por ejemplo de una orquesta sinfónica, como la paleta de colores del pintor, existen para brindar millones de posibilidades de expresión a la música que quiere ser, la música que no existe, porque está detrás de lo que escuchamos.
REFERENCIAS*
1. Rudolf Steiner. La esencia de lo musical y la vivencia del tono en el hombre. GA 283.
Conferencia “Universo, tierra y hombre”.
De La esencia de lo musical y la vivencia del tono en el hombre. Conferencia del 7 de marzo de 1923. GA 283.
2. De La esencia de lo musical… Conferencia del 2 de diciembre de 1922. GA 283.
3. “Universo, tierra y hombre”. Conferencia en Stuttgart, 12 de agosto de 1908. GA 105.
4. Rudolf Steiner. La esencia de lo musical y la vivencia del tono en el hombre. Conferencia del 3/12/1906. GA 283)
* Todas las citas de R. Steiner, excepto las de La iniciación han sido traducidas del alemán por el autor de esta nota.
Bibliografía complementaria:
Rudolf Steiner. Conferencia La misión de las diversas almas. GA 121.
Rudolf Steiner. La Iniciación. GA 10. Ed. Antroposófica, 2002.
Die Welt der Musik, editado y comentado por Michael Kurtz, editorial Futurum, Basilea, Suiza.
Hermann Pfrogner. Musik, Geschichte ihrer Deutung. Ed. Karl Alber, Freiburg/München, 1954.
Hugo de San Victor. Didascalicon II-cap. 3. (aprox. 1096-1141).
Boecio. Cinco libros sobre la música (aprox. 475-524).
Aristides Quintiliano, Sobre la música, siglos I a II d. C.
Claudio Ptolomeo. Harmonia, Alejandría, 138-180 d. C.
Imágenes: Wikipedia.
Bocetos: archivo del autor.
Sobre el autor:
Pedro Guiraud es músico, formado en flauta traversa, composición y dirección en diferentes instituciones de Buenos Aires, Madrid y Basilea. Realizó estudios de antroposofía en el Goetheanum de Dornach, Suiza. Allí trabajó como compositor, flautista, director y docente. En Basilea reside y trabaja en la integración de disciplinas artísticas como la música, la escena y las artes plásticas. Grabaciones de sus obras se pueden escuchar en http://pedroguiraud.wixsite.com/pedro-guiraud. Correo electrónico: pedroguiraud@hotmail.
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