POR: FERNANDO WIRTZ
Quisiéramos presentar en pocas palabras algunas de las reflexiones preparatorias que implica el estudio de lo sagrado. Muchas veces se habla con cierta ligereza de lo sagrado como una especie de solución para los problemas de la vida cotidiana. Entre la espiritualidad light y el dogmatismo conservador, entre la superstición y la erudición, las configuraciones de aquello que se podría llamar “lo sagrado” son prácticamente infinitas. Pero, ¿cuál es la esencia de todas estas manifestaciones, si es que la hay? ¿Puede estudiarse “lo sagrado”? El concepto de lo “numinoso” fue acuñado por Rudolf Otto (1869-1937) en su libro Das Heilige (1917), para hacer referencia a lo que él consideraba la esencia de lo sagrado. Se sirvió para ello del sustantivo latino numen, numinis, que posee, entre otras acepciones, la de “movimiento de asentir con la cabeza” (numine capitum), “orden”, “voluntad divina”, “poder divino” o simplemente “divinidad”. En lugar de explicar lo sagrado (que se expresa en distintas lenguas como qadosh en hebreo, hagios en griego, sanctus en latín, etc.) como un predicado moral o como un dogma, Otto lo explica como un “sentimiento”, el sentimiento de inclinarse frente a lo divino, por decirlo así. Se opone a la tendencia que busca partir de una definición intelectualista (una ley moral, por ejemplo, en tanto debe ser comprendida, es intelectual). La categoría de lo numinoso pone su énfasis en lo que se denomina la dimensión fenomenológica de lo sagrado, o sea, no cómo se entiende lo sagrado, sino cómo se experimenta, cómo aparece lo sagrado para quien lo vivencia. El sentimiento de lo numinoso no es, empero, un sentimiento apasible y llano, sino que Otto lo describe como un “mysterium tremendum”, un misterio que hace temblar. Desde luego, la idea de que la dimensión religiosa está emparentada estrechamente con el miedo es antigua. Notable es aquella frase atribuida a Petronio y citada, entre otros, por Hume en su Natural History of Religion (1757) primus in orbe deos fecit timor (“el miedo fue lo primero que dio en el mundo nacimiento a los dioses”). Sin embargo, el temor en el que piensa Otto no es del orden de lo mundano, como puede ser el temor hacia una serpiente venenosa. El mysterium tremendum es un temor sobrenatural, miedo o angustia hacia ese misterio de “lo que está más allá”, como suele decirse. De esta breve y esquemática caracterización resulta interesante resaltar el carácter dual del concepto de lo sagrado lo numinoso es lo luminoso, lo pacificador, aquello que se relaciona con la beatitud y la felicidad de la vida; pero al mismo tiempo eS lo oscuro, el mysterium tremendum, del orden de lo desconocido y lo aterradoramente sublime. Este doble rostro de lo sagrado representa nuestro punto de partida. Lo sagrado ha estado siempre vinculado, pues, con ese misterio oscuro, primitivo e inconsciente. Basta pensar en Carl Jung y Mircea Eliade. Sin embargo, el estudio de lo sagrado no ha permanecido dentro de los límites de estos planteos. La pregunta por este concepto ha adquirido una nueva dimensión hacia fines del siglo xx, después de la Segunda Guerra, especialmente a partir de que René Girard (1923) y Walter Burkert (1931-2015) publicaran en 1972, cada uno por su cuenta, sus trabajos sobre el papel del sacrificio en las religiones antiguas. Es ésta una pregunta que faltaba en el planteo de Otto ¿cómo se relaciona lo sagrado con la violencia sacrificial (y la violencia en general)?
Este binomio, la violencia y lo sagrado, es incómodo para quien quisiera plantearse la experiencia espiritual como una vivencia meramente positiva y tranquilizadora. Parafraseando a Kierkegaard (1813-1855) en su obra Temor y temblor (1843), la paradoja de lo sagrado consiste en que coloca por encima de la esfera de lo humano el reino de lo divino y para algunos esta subordinación puede justificar, como en el relato de Abraham, ir en contra del prójimo y de lo humano mismo. Hoy, en pleno siglo xxi, el riesgo de convertir al prójimo en chivo expiatorio parece seguir vigente. La violencia religiosa que produce el llamado clash-of-monotheisms es un fenómeno actual. Ninguna de las religiones más extendidas de la actualidad se ve libre de ella.
Pero, ¿de dónde surge esta violencia? Para René Girard, la violencia se encuentra en el origen de todo rito religioso, bajo la forma del sacrificio. La violencia sacrificial es la que unifica a una comunidad, canalizando su impulso destructivo hacia un chivo expiatorio. Cuando en una sociedad se acrecientan los conflictos se genera una crisis. La crisis (la violencia) sólo cesa, según el autor, por medio de la violencia misma, es decir, de un sacrificio. De este modo, pareciera que la función pacificadora y unificadora de la religión (como aquella que re-liga los lazos) posee como condición necesaria y suficiente la violencia, la negación de un otro (interno o externo a la comunidad), idea que se encuentra también en el cuento de Ursula Leguin, Los que abandonan Omelas.
Así, lo sagrado es aquello que justamente establece la delimitación con lo profano, la distinción entre “el más allá” y “el más acá”, entre lo puro y lo impuro en términos de Mary Douglas. Lo sagrado posee una función política: establecer límites. El sentimiento de lo numinoso es precisamente el sentimiento frente a un límite, el límite de lo humano. A pesar de ello, sería ingenuo pensar que la función de lo numinoso es meramente de carácter personal. Sus manifestaciones prácticas, los ritos, los tabúes, las festividades, revelan, por el contrario, su carácter colectivo y social. Como señala Burkert, lo tremendum y fascinosum se revela en el sacrificio/ritual como el shock frente a la sangre. La paradoja de lo sagrado es que es en torno al sacrificio y a la víctima sacrificial que se funda la comunidad comer, dar, repartir, separar, ordenar; las tareas que se suceden al sacrificio ritual inauguran los procesos sociales y económicos de la comunidad.
Otro planteo digno de mención es el del egiptólogo Jan Assmann. Este autor apunta a demostrar que si bien en el politeísmo la violencia frente a los otros ya se encontraba presente, es mediante el giro monoteísta que la intolerancia adquiere una nueva dimensión (lo cual no implica en modo alguno un juicio de valor). El dios único excluye taxativamente la posibilidad de otras deidades. La diferencia central entre politeísmo y monoteísmo no consiste, para Assmann, en el número de dioses sino en “la negación de otros dioses”. En este sentido, la violencia se vincula con lo sagrado, en tanto lo sagrado introduce un criterio de verdad que aparece como innegable. Aquí la violencia se vuelve sistémica (aunque Assmann matizaría esta expresión). En pocas palabras, si el sentimiento del mysterium tremendum resulta tan evidente, ¿cómo pueden llegar a admitirse otras verdades? Si lo numinoso es la certeza de una fuerza superior, ¿qué pasa cuando esa certeza se encuentra con otra certeza opuesta?
En resumen, lo sagrado poseería algo que lo distingue de otros conceptos y experiencias: lo numinoso. Lo numinoso se revela como un sentimiento complejo, ligado a lo incognoscible que hace temblar, a una experiencia disruptiva. ¿Es posible pensar esta experiencia de lo sagrado en nuestras sociedades actuales? Por un lado, es cierto que el proceso de secularización no logró acabar de ningún modo con las prácticas religiosas. Éstas, sin embargo, lejos de ser la manifestación de un sentimiento de humildad y reclinación frente a lo sagrado, afloran muchas veces como sus opuestos la violencia y la intolerancia. Es por ello que la pregunta por lo numinoso no debe evitar esta dimensión de lo sagrado. Ignorar el problema de la violencia en el corazón mismo del desenvolvimiento de lo sagrado significa desconocer la complejidad del concepto.
En ese sentido, no se debe recuperar la categoría de lo numinoso como si fuera una idea abstracta, intemporal y neutral. Pensar lo numinoso hoy implica pensarlo con las contradicciones y dificultades que supone. Solamente asumiendo la responsabilidad por la violencia es posible luchar en contra de ella. Aquellos que creen que la naturaleza de lo sagrado reside en la revelación de una verdad única y secreta, malinterpretan el sentido del misterio. Ninguna mente iluminada puede ser la portavoz de esa verdad. Ningún mundo espiritual está libre del pecado. Como dice Reza Aslan, estudioso del cristianismo y el islam, la religión no es fe, la religión es la “historia de la fe”. Esto quiere decir, no sólo que no puede pensarse lo sagrado como algo que se desentiende completamente de un contexto histórico, sino que la revelación y la interpretación de la revelación suceden de manera simultánea. De ningún modo favorece esta idea la adopción de una perspectiva relativista. Más bien se trata de concebir la perspectiva misma de los investigadores como algo dialéctico y complejo. La interpretación debe ser humilde, un leve asentimiento. Así, como dice Martin Buber en contra del sacrificio de Abraham analizado por Kierkegaard, la problemática del oír es la que antecede al problema de la fe (¿quién habla? ¿Dios o Moloch?). Si lo numinoso es aquello que establece el límite de lo humano frente a lo divino, es preciso detenerse antes y formular la pregunta de si estamos dispuestos a sacrificar al otro humano en beneficio de lo otro divino. La alteridad absoluta que ofrece lo sagrado puede revelarse, después de todo, en formas misteriosas; por ejemplo, en el rostro del prójimo. En ese sentido, todo estudio sobre lo sagrado debe ser absolutamente serio, y guiado ante todo por el amor hacia las demás personas.
Para seguir leyendo
Burkert, Walter. Homo necans. Interpretaciones de ritos sacrificiales y mitos de la antigua Grecia. Barcelona El Acantilado, 2013.
Girard, René. La violencia y lo sagrado. Barcelona Anagrama, 2005.
Otto, Rudolf. Lo sagrado. Buenos Aires Editorial Claridad, 2008.
Sobre el autor
Fernando Wirtz estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Es doctor en filosofía por la Universidad de Tubinga (Alemania), su tesis abordó el concepto de símbolo en F. W. J. Schelling y G. F. Creuzer.
*Imagen de portada: Sin título. Pintura de Maia Chisleanschi
Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de Revista Numinous.