Sellos apocalípticos de Rudolf Steiner en la realidad del espacio y el tiempo

Por Numinous Antroposofía

POR: MÓNICA OLIVA

El Apocalipsis es una obra magna, escrita por Juan, el discípulo amado de Jesucristo que lo acompaña en la muerte, junto a María y Magdalena. Es el cuarto de los evangelistas y observa el Misterio del Gólgota desde la cima de la montaña, por lo que tiene el panorama más amplio y puede expresar la visión más profunda.

La obra está escrita en primera persona por Juan, por lo que transmite una vivencia especial de la intimidad de la experiencia desde la cual relata los acontecimientos. Steiner habla en el siguiente párrafo de la infinitud de la posible comprensión de la obra, algo que sin duda es la experiencia humilde que surge de su estudio: “Después de habernos esforzado por comprender tal escrito, creemos, para empezar, que sabemos algo al respecto. Pero cuando tratamos de profundizar aún más en ello, tanto como lo permiten nuestras capacidades, encontramos que nuestra interpretación anterior era completamente infantil. Nos damos cuenta de que solo ahora entendemos correctamente lo que se dice. Y habiendo hecho esto y tras un lapso retomamos el libro, se repite la misma experiencia. Cuando esto ha sucedido varias veces, Charis (Fe) viene a nosotros”[1].

Es una obra que devela en forma cifrada la posibilidad de acceso a la substancia del mundo etérico, es decir al misterio de la percepción del tiempo en su dimensión real. El mundo etérico es el articulador de la vida y el puente entre el mundo sensorial y el mundo espiritual. El misterio del tiempo se abre a quien tenga oídos y pueda escuchar la simultaneidad de pasado, presente y futuro en su propia dimensión unificada más allá de la fuerza de gravedad terrenal que rige la percepción del espacio en la conciencia común y condiciona nuestra percepción del tiempo. “Time here becomes Space”, en palabras de Richard Wagner, denotan su conocimiento de la disolución del espacio en el tiempo, de la transición hacia la conciencia etérica.

Juan en Patmos. El Bosco

El Apocalipsis es una obra de iniciación, un camino meditativo mediante el cual se puede recorrer el ascenso para alcanzar, cada uno individualmente y a su propio tiempo, la experiencia perceptiva de Cristo que hoy se encuentra en ese plano. Se está preparado para la experiencia etérica cuando, a consecuencia de la purificación del cuerpo astral, la capacidad cognitiva del yo se transforma en la percepción del mundo espiritual para continuar el ascenso hacia otras esferas. Venimos al mundo terrenal de los sentidos, transformados por efecto del contacto con el mal, y traemos la fuerza del pensar para purificar el cuerpo astral a través del Yo, y poder pasar del mundo del espacio al mundo del tiempo en su dimensión real, revitalizando el organismo sensorial para hacernos aptos a la percepción suprasensible. Sin duda que es un proceso que llega hasta lo fisiológico y estas esferas ascendentes superan con creces la meta general humanitaria de nuestra 5º época cultural anglosajona e implican el cruce de ambos umbrales descriptos por Rudolf Steiner[2], lo que no quita la necesidad de poner la semilla en esta época. El Apocalipsis abarca desde el principio hasta el final de la evolución humana, desde el Alpha y al Omega.

La crisis global en la que nos encontramos desde principios de 2020 facilita su comprensión pues nos planta frente a la realidad de la incertidumbre del futuro. La manipulación de la consciencia, incluso la actual ingeniería social de masas, mediante la que se planifica el acontecer, busca la fusión de la inteligencia artificial con el cuerpo físico humano, intentando producir un corte con la inteligencia cósmica, actuando mediante una especie de hipnosis colectiva a través del miedo, que debilita el yo en el sentimiento de impotencia frente a los hechos. El mediador entre la inteligencia cósmica y la humana es Micael, que pone su confianza en nuestra capacidad de producir la necesaria metamorfosis. Los cada vez mayores niveles de control poblacional están creando un impedimento para la libertad humana y el individualismo ético, en su dimensión más profunda de acceso a un nivel superior de consciencia.

La angustia de cientos de millones de seres humanos en todo el planeta frente a lo que estamos viviendo y el masivo poder de control, propugna la aparición de un líder a quien los humanos obedezcan ciegamente, alguien que de hecho es esperado en todas las religiones, y para quien se está preparando el camino. El peligro de la manipulación de la consciencia de masas es el servilismo temeroso que va perdiendo la confianza y la capacidad de pensar, esperando una solución mágica que reemplace el esfuerzo cognoscitivo individual que debe surgir desde el interior humano, revirtiendo la evolución del materialismo hacia un equilibrio ecuánime entre el cuerpo y el espíritu. Los acontecimientos y la campaña de miedo instigada desde los medios de comunicación y la imposición de los sistemas sanitarios estatales fueron anunciados por Steiner hace más de 100 años: “(…) cada vez más se arraiga la fe en la autoridad y se crean teorías enteras que a su vez fomentan los sentimientos que tienden a fortalecer dicha fe. En el campo de la medicina como asimismo en el ámbito de la jurisprudencia y en todo lo demás, la gente declara directamente su incompetencia para adquirir el respectivo entendimiento y acepta sin más lo que dice la ciencia”[3].  Se promueve la anulación de la idea del esfuerzo cognoscitivo para comprender la situación y se intensifica la dependencia del estímulo y la manipulación exterior. La restricción de la posibilidad del encuentro humano, fuente primordial de la que todos bebemos en la vida y en el camino espiritual, impide el desarrollo del individuo, pues el yo humano se constituye en la experiencia con el tú. La aparición de un ser al que todos reverencien ciegamente está anunciada en el “Apocalipsis” en la figura del falso profeta y la de un Mesías en casi todas las religiones. 

En el Apocalipsis o Libro de la Revelación, que en realidad es la traducción literal del griego, se marca la diferencia fundamental entre la escritura y el habla real de un yo a un tú, de boca a oído y cómo, en ciertos momentos del camino espiritual, es necesaria la experiencia del estar frente a frente en la transmisión de los contenidos espirituales. Cito un párrafo del capítulo 1 en el que se le indica a Juan escribir: Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la paciencia en Jesús, hallándome en la isla llamada Patmos, por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesús, fui arrebatado en espíritu el día del Señor y oí tras de mí una voz fuerte, como de trompeta, que decía: Lo que vieres escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias, a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea” (Apocalipsis 1). Y también un párrafo de la mitad del libro en capítulo 10 cuando comienza la transmisión oral: “Apenas hicieron oír su voz los siete truenos, me disponía a escribir, cuando oí una voz del cielo que decía: Sella lo que han dicho los siete truenos y no lo escribas” (Apocalipsis 10). En este punto comienza la parte más profunda y significativa de la obra.

Imagen del tríptico de Mathias Grünewald (detalle de Juan)

El Apocalipsis se escribe en los hechos de la vida misma de Juan, valga la redundancia, para quien la esencia del mundo es la palabra, la acción, el Verbo, abarcados en el concepto de Logos: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la abrazaron. Hubo un hombre enviado de Dios, de nombre Juan”. (Juan 1). En determinado momento de su experiencia espiritual, la escritura ya no es suficiente para transmitir la palabra viva y es necesaria la comunicación oral de boca a oído. El pasaje de la escritura a la oralidad es el trasfondo del esoterismo profundo, donde algo sólo puede ser transmitido en forma presencial porque es un acto integral en el presente de la vida, en la que está implicada la transubstanciación mutua de la percepción y el pensar en un lenguaje múltiple.

La crisis actual del uso de pantalla en la transmisión de conocimientos pretende encerrarnos en una segunda caverna de Platón, mucho más profunda que la de La República pues, según el mito, los seres humanos estamos encerrados en una caverna en la que, con excepción de los más fuertes y nobles, no se puede percibir ni pensar la realidad dado que, estando todos los humanos atados por el cuello, sólo se pueden ver las sombras reflejadas en la pantalla de una realidad ficticia. Hoy tecnológicamente tal caverna es mucho más honda y la aparente percepción del espacio ya llega a ser tridimensional. Aún en la naturaleza y en los encuentros humanos frente a frente, aprender a ver el espíritu en el mundo sensorial es una tarea de alto vuelo que implica la purificación consciente del cuerpo astral por el Yo. La batalla a partir del evento global que estamos viviendo se hace mucho más potente, para la que se supone que deberíamos estar preparados luego de dos siglos de materialismo, pero cuanto más tiempo tengamos para detener la aceleración tecnológica más tiempo tendremos de lograr una mayor maduración espiritual. La Antroposofía es una metodología para salir de la caverna de Platón con el uso del intelecto como instrumento mediador y ella entrega conocimientos del mundo espiritual, tanto manifiestos en el mundo sensible como en el espíritu mismo, en aras del fortalecimiento del Yo individual en el esfuerzo de comprensión de contenidos suprasensibles. La percepción del mundo espiritual no es de carácter intelectual, sino que depende de la formación de órganos de percepción espiritual, en la medida de la purificación del cuerpo astral.

Es de esperar que la hondura de la caverna de encierro actual nos ayude a entender y valorar el lugar donde la presencia del otro en el mundo de los sentidos es imprescindible, justamente para posibilitar el salto de la conciencia ordinaria hacia otra dimensión en la que tenemos que alcanzar un mutuo entendimiento. La Antroposofía, luego de Steiner, es un corpus teórico enorme e importantísimo, sin embargo, es muchísimo más que eso pues el intelecto es sólo su instrumento, ya que la posibilidad de la libertad humana implica la penetración en la percepción del mal y el bien en uno mismo, es decir en un libre camino moral. La Imaginación, la Inspiración y la Intuición son grados superiores de iniciación, pero hay antecedentes de ellos en todos los niveles de consciencia anteriores. La búsqueda de certezas superiores, para acceder a la interacción con los seres del mundo espiritual, sólo puede realizarse mediante el reconocimiento de uno mismo en el encuentro de un yo y un tú, por medio de la palabra emitida de boca a oído. En las circunstancias actuales todavía es posible eventualmente enfrentarse a la naturaleza de una manera más o menos creativa, pero eso mismo muestra el límite inaceptable que la prohibición en las relaciones humanas supone, pues el otro ser humano es sin duda la naturaleza suprema a la que nos podemos y nos tenemos que enfrentar creativamente. En el encuentro frente a frente hay lugares de silencio y de un lenguaje gestual multifacético, donde vive la substancia del pensar que se expresa en la palabra viva. El compromiso presencial es imprescindible ya que el contenido está profundamente ligado al cómo perceptivo que se pierde en la experiencia de la pantalla mediante los éteres caídos. La experiencia que provee la inteligencia artificial de las redes acontece en la consciencia terrenal, no sólo fuera de la vida del tiempo real, sino incluso del espacio tridimensional captado sensorialmente. Es un desafío enorme del que hay que intuir los límites, lo que no quita que, hasta un cierto grado y en la consciencia de ese marco, puede haber una comprensión intelectual de la antroposofía e incluso ver que el encuentro global es la contrapartida de un encuentro que debemos alcanzar espiritualmente. La pretensión de separar la inteligencia humana de la inteligencia cósmica es una oportunidad y un peligro al que la Sociedad Antroposófica y el movimiento en general nos enfrentamos en esta época, centenario de los hechos más importantes de la vida de Rudolf Steiner.

Las tres etapas de consciencia superiores a la consciencia común, que usa como sustento el cerebro, e incluso la cercanía a la Imaginación, significan ya un acceso a planos superiores a la consciencia ordinaria y en la actualidad, sólo por el esfuerzo individual, pueden surgir destellos de tales etapas en el alma consciente. El encuentro entre dos seres humanos es el encuentro entre dos mundos completos (físico, etérico, astral y espiritual) y la posibilidad de rozar el velo de separación entre ambos en la colaboración mutua.

Mateo lo expresa clara y sucesivamente en el capítulo 18 de su evangelio. Primero hacen falta dos y luego pueden ser tres: “Os aseguro también que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos” (versículo 19). “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (versículo 20).[4] En el cuento de Goethe, “La serpiente verde y la bella Lilia” es recién cuando la serpiente, símbolo del conocimiento, se sacrifica y construye el puente, que se abre entonces para la comunidad. Todas las grandes obras literarias expresan esto de diferente manera, así Parzival y también la segunda parte de Fausto.

La complejidad multifacética y multi-temporal del Apocalipsis se daña con un análisis intelectual y lineal de la obra; es más, lo rechaza y se protege cerrándose ante tales interpretaciones. Es un libro de camino espiritual, es el librito que en la misma obra sólo es digno de ser abierto por el Cordero que ha sido degollado. Es una obra de iniciación hasta el más alto grado, plena de ideas fluyentes que tienen que ser experimentadas en una actividad pensante viva, cuya certeza encienda el sentimiento y la voluntad consecuente de acción, en el lento camino hacia la resistencia para la experiencia del Yo en el plano etérico. En esta experiencia hay una metamorfosis de la linealidad de la forma del pensar racional, aprendida de la ley natural de lo captado por los sentidos limitados a lo terrenal. Cuando la percepción y el pensar están capacitados para una vivencia del tiempo en la dimensión propia del proceso vital, el ser humano pasa por la prueba del primer y el segundo umbral y tiene que estar preparado para la disociación de sus facultades anímicas normales pues la linealidad racional desaparece. Todo se diluye en lo otro y el pensar y la percepción coinciden en el tejido de un fluido constante y multidimensional, pero esto tiene que ser logrado con plena y libre capacidad del regreso a la percepción sensorial física y a la unidad en la racionalidad ordinaria que la interpreta. Preparar la consciencia para soportar la potencia de tal nivel de experiencia espiritual, sin pérdida de la experiencia terrenal, es la meta del camino espiritual de la Antroposofía. El lugar de la disociación de las facultades anímicas del pensar, el sentir y el querer, y su consiguiente articulación consciente por el Yo, se expresa en el Tetramorfos, los cuatro animales en que se transforman las facultades anímicas y que el individuo debe articular.

La región del alma consciente a nivel humanitario nació durante el Renacimiento, y aún no hemos llegado a completar el primer tercio de su desarrollo. Nuestra época cultural hoy en Piscis recién finalizará alrededor del año 3500, pues las épocas culturales se retrasan con respecto a la posición sideral astronómica del Sol. Astronómicamente, para el pasaje del sol a la constelación de Acuario, sólo faltan poco más de tres siglos. La influencia de la constelación de Acuario comienza astronómicamente en el año 2375, pero las épocas culturales se atrasan con respecto a la medición astronómica y la próxima época cultural recién comenzará alrededor del año 3500, o sea a la mitad de Acuario. La evolución cultural humanitaria se ajusta al cambio astronómico con lentitud llegando a percibirse los cambios aproximadamente cuando el sistema solar llega a la mitad de la constelación siguiente. La evolución de las épocas culturales tampoco determina la igualdad de la evolución de los individuos, pues por la necesidad de ese motivo, siempre hubo y hay vanguardias y retrasos, causa de la existencia del mal.

La planta es el ser más simple que vive en la dimensión del mundo etérico, un organismo del tiempo que nace, crece, se reproduce y muere, y observarla nos ayuda a vivenciar la cualidad de un proceso vivo en el tiempo. Las sucesivas metamorfosis desde la semilla hasta la fructificación y el nacimiento de una nueva semilla es la expresión básica del mundo etérico. Los fenómenos que involucran al ser humano son el punto culminante de este proceso de la máxima complejidad de los reinos terrenales, cuando a la vida, se suma la astralidad animal y la acción del yo individual como lo propiamente humano. La lectura del Apocalipsis invita al entrenamiento de la flexibilidad mental para pensar la simultaneidad de los procesos evolutivos e históricos y aprender por el esfuerzo personal, a tener experiencias en el proceso de pensar el pensar.    

Quiero breve y libremente plantear la estructura que observo en el Apocalipsis. No soy una exégeta de la Biblia, capto la enormidad de la obra de Juan y me baso en el estudio de las conferencias citadas en la nota[5] y en mis propias intuiciones, para luego referirme al punto donde considero que se encuentra la substancia esencial del drama presentado por Juan. La intuición es al espíritu como los órganos sensoriales son al cuerpo y la más alta etapa de la iniciación se puede captar como destellos instantáneos en el alma consciente, tal como el inicio del desarrollo sensorial se dio incluso en el antiguo Saturno.  

El Apocalipsis consta de 22 capítulos y, en aras de su comprensión, se puede hacer una división en dos partes, los 11 primeros y los 11 segundos, cuyo centro no es un capítulo, pues el número total es par. En la medida que la obra se aproxima al centro, el drama se va intensificando, especialmente desde el anuncio del Capítulo 10 “La inminencia del castigo final” y en el Capítulo 11 “Los dos testigos”. Se podría decir que justo en la mitad la obra llega a un punto culminante en el dramático momento en que suena la 7º trompeta entre relámpagos, fragor de truenos, temblor de tierra y fuerte granizada.

Luego de la mitad se inicia la batalla entre el bien y el mal a destajo creciente. El Capítulo 12, la “Visión de la mujer y el dragón” es una presentación dramática tanto de la bella imagen de la mujer que está por dar a luz en el peligro, como también, de la primera de las bestias en la figura del Dragón Rojo, a la espera del nacimiento para devorarse al niño. En este momento aparece también la posibilidad de la salvación, y la batalla se traslada a la Tierra, comenzando el desenlace de la segunda parte de la obra. El capítulo 13 asciende en el relato del incremento del ataque del mal, con la presentación de las dos Bestias, la que sale del mar y la que sale de la Tierra, ésta última a quien le son cedidos todos los poderes de la primera y que se va a expresar en la figura del falso profeta.

El Apocalipsis está escrito en diferentes escalas de tiempo simultáneas: las referidas a las encarnaciones planetarias como condiciones de consciencia, las condiciones de vida en los diferentes reinos, las condiciones de forma que la Tierra y el ser humano están desarrollando, las eras evolutivas y las épocas históricas. Cada escala a su vez dividida en 7 da un aumento exponencial de siete a la quinta potencia, es decir una relación entre el 7 y el 5 que sumados dan el número 12.

En sus diferentes ciclos de conferencias a veces Steiner transmite sus explicaciones en forma aparentemente contradictoria pues en diferentes escritos se refiere a diferentes escalas o ciclos del tiempo con las cinco diferentes condiciones de evolución citadas, ya que en sí la obra es un camino de pasaje del espacio terrenal a la vida multi-facética del tiempo en el mundo etérico y esferas superiores. Si no se vivencia de alguna manera que la realidad y la evolución no son procesos lineales, tal como nuestra intelectualidad asentada en el cuerpo, se pueden experimentar tales contradicciones con dificultad, pues es un hecho que la obra es de difícil lectura. Hay coincidencias y simultaneidades que podemos decir que se dan de la misma manera matemática a como se relacionan el séptimo milímetro en un centímetro, con el séptimo centímetro en un decímetro y el séptimo decímetro en un metro, pero esto no está tratado en la escala decimal sino en la escala del 7 relacionado exponencialmente con el 5 y la suma de ambos en el 12.

Toda la obra responde a la escala del 7, como en tantos otros aspectos de la vida humana, las 7 notas musicales, los 7 colores, los 7 planetas, los septenios de la biografía, los 7 días de la semana, la constitución septuagenaria del ser humano, etc. Pero más complejo aún es que el 7 en su relación con el 5 se puede relacionar también con las diferentes escalas musicales e incluso con la división de los signos zodiacales en 7 y 5 constelaciones ascendentes y descendentes, o en referencia a la complejidad de la evolución espiritual de la bisexualidad, en masculinas y femeninas respectivamente. Ya desde el comienzo del Apocalipsis se anuncia la sucesión de varios acontecimientos que constan de eventos septuagenarios: las Cartas a las siete Iglesias, la apertura de los Siete sellos, el sonido de las Siete trompetas y posteriormente las Siete copas de la ira de Dios.

En principio lo planteado en las cartas hace referencia a las siete Iglesias del Asia Menor de la época Juan y están dirigidas a ellas, a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.

En estas cartas Juan se refiere a vivencias que surgen de la observación sensorial del mundo físico, que en principio aparenta ser lo más material, pero en el que se expresa la acción creativa de la más alta de las jerarquías espirituales (Serafines, Querubines y Tronos o Amor, Armonía y Voluntad) y también de la acción de los seres rezagados del mal. La observación sensorial acontece en el alma y en la región del alma consciente, en consonancia con el propio trabajo individual, se puede alcanzar por el esfuerzo cognoscitivo y dar en gracia la vivencia de destellos del mundo etérico. Es decir la vivencia de algo que se piensa en uno, un concepto del mundo espiritual que se capta por primera vez con asombro y que enciende el corazón e impulsa la voluntad.

En un sentido más amplio y simbólico, las cartas a las Siete Iglesias expresan la evolución del alma humana y Steiner las relaciona tanto con las siete eras de la evolución terrenal (Polar, Hiperbórea, Lemuria, Atlántida y 5º, 6º y 7º post-atlantes), como con las épocas culturales históricas de nuestra 5º era pos-atlante: (1) Proto-India, (2) Proto-Persia, (3) Egipto, Babilonia y cultura hebraica, (4) Grecia y Roma, (5) cultura anglosajona, (6) Rusia y (7) América. Es interesante citar al menos el mensaje a la Iglesia de Sardes, que es la correspondiente a nuestra 5º época cultural en la que dice en un pasaje importante: “1. Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras y que tienes nombre de vivo, pero estás muerto. 2. Estate alerta y consolida lo demás, que está para morir, pues no he hallado perfectas tus obras en la presencia de mi Dios.”[6].

El ritmo del siete en el Apocalipsis es como la escala musical, porque tras siete eventos la escala se repite en un nuevo sonido equivalente, pero a una altura superior donde todo vuelve a recomenzar. Es lo que Steiner llama en la Ciencia Oculta las sucesivas recapitulaciones de cada encarnación planetaria en la siguiente, hasta llegar luego a lo propiamente nuevo de cada una. Y nunca hay una linealidad porque el texto de Juan es matemáticamente infinito. Es necesario que la complejidad de la estructura y el contenido e incluso el destello de imaginación en cada escala, se entienda y fluya sin esfuerzo en la captación de la obra, tal como un buen músico ejecuta una obra sin que la partitura represente una dificultad para expresarla. De la misma manera para pensar el pensar al respecto del Apocalipsis, e ir comprendiendo el lenguaje cifrado de la obra, la estructura tiene que fluir sin trabas.

Las siete encarnaciones planetarias abarcan a todas las demás escalas y Steiner dice en una de las conferencias de Nüremberg de 1908, en la que hace un gráfico de todas las escalas, que “(…) tal esquema no se relaciona a la realidad plena, ni siquiera como el molde de un edificio se relaciona al edificio acabado, sino que solamente expresa el encofrado exterior… que tiene que ser retirado cuando el edificio se ha terminado”[7]. Es necesario cierto entrenamiento para poder asumir las contradicciones e intuir en ellas algo superior pues: “Uno que mira más profundamente verá la unidad, la profunda unidad en la contradicción. Así es como el intelecto puede mirar en el mundo. Es precisamente en la más profunda sabiduría que hay contradicciones”[8]. Pero la contradicción vuelve una y otra vez, y refiriéndose a los seres humanos que finalmente caerán como presas del mal, Steiner dice que dirán de sí mismos: “La tendencia a descender al abismo llegó tarde, pero lo que oscureció el principio de Cristo para mí fue mi intelecto. ¡Oh, que quien posea ese intelecto reflexione sobre el número de la bestia! Porque solamente el ser dotado de este intelecto del yo, puede sucumbir a la bestia del 666. Porque el número de la bestia es al mismo tiempo el número de un hombre. Y solamente uno que posea intelecto puede percibir esto. Es el número del hombre que ha sido mal conducido por el intelecto. Verdades profundas como estas están escondidas en estas cosas”[9].

Gráfico del ciclo de Nûremberg de 1908 (El Apocalipsis de San Juan, GA 104).

Durante toda la evolución humana en el sistema solar, recorremos siete condiciones de consciencia, de las cuales estamos en la cuarta encarnación planetaria que es la correspondiente a nuestro planeta Tierra. En la Tierra hoy vivimos en la condición de vida mineral y en tal condición estamos evolucionando la condición de forma propia del mundo físico. Subsecuentemente el período de evolución en el plano físico abarca siete eras evolutivas, sólo en cierto modo relacionadas con las eras geológicas, de las cuales estamos en la 5º era post-atlante. A su vez disminuyendo cada vez más la escala, en esta 5º era hay siete épocas culturales de las cuales estamos viviendo en la 5º época cultural anglosajona.  En todas las eras se pueden observar siete períodos, y por ejemplo en la Atlántida en tales períodos se constituyeron las razas, por la aún estrecha ligazón telúrica del cuerpo humano con la Tierra. La observación de que tanto nuestra era evolutiva como nuestra época cultural (5º era post-atlante y 5º época cultural) corresponden al número cinco, siendo que la Tierra es la cuarta condición evolutiva de conciencia, nos muestra que vivimos tiempos en los cuales se nos presentan muchos signos de futuro, es decir de la quinta encarnación planetaria o condición de conciencia en Júpiter. Eso nos explica mucho de lo que sucede hoy, o incluso de lo que cuesta entender de los tiempos actuales, y de la semilla que deberíamos poder sembrar en la batalla espiritual en la que estamos implicados.      

Los Siete sellos de Steiner no son coincidentes con los siete sellos de los que se habla en la obra, aquellos con los que está sellado el librito. Esto puede llevar a cierta confusión, pues sus Siete Sellos son una visión que abarca la obra completa del Apocalipsis y no sólo los específicos 7 sellos que se presentan en la primera parte luego de los 7 mensajes a las iglesias y antes de las 7 trompetas. Steiner aclara que la expresión de toda la evolución humana y terrenal en los Siete Sellos – que, bajo su dirección,  Clara Rettich dibuja – son una visión espiritual compartida por los seres humanos que llegan a esa altura de visión espiritual. Cuando se alcanzan las percepciones propias de la Imaginación, se vivencia la fundada sospecha de la existencia de seres espirituales detrás de los acontecimientos sensoriales, pero aún no se puede tener relación con ellos, pues no se ha completado la purificación del cuerpo astral. Los 7 sellos en la obra de Juan aparecen en el 5º capítulo, cuando también se presentan los cuatro vivientes o animales como imagen del ego y las tres facultades anímicas terrenales, disociadas y reunificadas tras el cruce del umbral del mundo espiritual. Éstos, junto con 24 ancianos, se encuentran alrededor del trono de Dios, cuando también se presenta el librito sellado, que nadie es digno de abrir, por lo que Juan se siente muy acongojado. Y es allí cuando se presenta al Cordero Místico que ha sido degollado, que es el personaje central del Apocalipsis. El Cordero es quien puede abrir los sellos y comienza con la sucesiva apertura. Luego de la apertura del 7º Sello ya han sido designados los 144.000 seres humanos que serán preservados, los que están ya marcados por su fidelidad al Cordero, antes de que se pase a la etapa del sonido de las trompetas, cuando éstas le sean entregadas a siete ángeles.

El sonido de las siete trompetas es la dimensión en la que el ser humano alcanza los estadios superiores de la iniciación, la Inspiración e Intuición, y justo en el medio de la obra se llega a una culminación con el sonido de la 7º trompeta, es decir cuando Juan penetra en el reino de la música de las esferas. Es un plano en el cual el discípulo ya no sólo percibe el espíritu tras las cosas que tienen una expresión sensorial, es decir la sospecha de la existencia de seres espirituales, tras el maya de la realidad sensorial, sino a los mismos seres creadores que les dan vida, lo que acontece en la medida de la transmutación del cuerpo etérico por el yo. Comienza la relación, perceptiva y mentalmente unificada, con los seres de la 3º jerarquía que colaboran con la 1º en la creación de nuestro mundo expresado sensorialmente. El estadio de la Intuición se alcanza cuando la transmutación por el yo llega hasta el cuerpo físico permitiendo la transformación del pensar en órgano de percepción espiritual. Ya no sólo escucha, sino que puede relacionarse directamente con los seres espirituales en principio de la 3º jerarquía.

Paralelamente el sonido de las sucesivas trompetas va anunciando una serie de cataclismos y calamidades. La gente sellada se ha espiritualizado, el resto se ha aferrado a la materia y aparece la noción del abismo. En su plenitud, la comprensión multi-temporal de esta sucesión de acontecimientos son estadios de un futuro inconmensurable en los eones de tiempos porvenir, pero en el organismo vivo del tiempo también estamos viviendo tal proceso en el presente. Sobre todo en la consideración planteada de que tanto la 5º era post-atlante como la 5º época anglo sajona, en las que vivimos, son anticipos de tiempos de futuro.

No es posible en la brevedad de este artículo penetrar profundamente en los Siete Sellos de Steiner, que implican mucha complejidad. Pero quiero llamar la atención sobre unos pocos aspectos particulares. El primero se refiere al Sello IV que representa al Ángel que le anuncia a Juan la inminencia del castigo final en el Capítulo 10. Este ángel es descripto en forma ternaria.

“1. Vi también a otro Ángel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza, su rostro como el sol y sus piernas como columnas de fuego. 2. En su mano tenía un librito abierto. Puso el pie derecho sobre el mar y izquierdo sobre la tierra, 3. y gritó con fuerte voz, como ruge el león. Y cuando gritó, siete truenos hicieron oír su fragor.” (Apocalipsis. Capítulo 11)

Sus piernas son dos columnas de fuego, una antigua expresión esotérica del mundo judío pues representan las dos columnas Joachin y Boaz del templo de Salomón en Jerusalén. La descripción apocalíptica es que una está apoyada en el mar y la otra en la tierra, expresión del pasaje de la era atlante a la 5º era post-atlante, o de la necesidad de conservar la facultad de vivenciar ambos mundos simultáneamente, tras el cruce del umbral hacia el mundo espiritual. Sin invitar a ninguna especulación, convencida de que no es eso a lo que nos invita la obra, quiero hacer notar que uno de los poquísimos comentarios que Rudolf Steiner hizo con respecto a Sudamérica, si no el único hasta donde yo lo he leído, se refiere a este Sello IV. En la conferencia del 18 de septiembre de 1924 que diera ante los sacerdotes de la Comunidad de Cristianos y los miembros de la Directiva del Goetheanum, muy poco antes de su última conferencia, expresa que esas columnas están situadas en Sudamérica: “Si nos eleváramos y miráramos a la Tierra (…) veríamos a Asia adoptando como un semblante humano en forma de nube y en forma de sol. Veríamos los colores del arco iris, desparramarse sobre Europa y más hacia el Occidente habría pies de fuego de los cuales, uno estaría plantado en el Océano Pacífico y el otro en los Andes en Sudamérica. La tierra estaría debajo de esta imagen”[10]. El lugar donde eso mejor se expresa sin duda es Chile, ese angosto balcón de tierra entre la zona más alta de la cordillera de los Andes y el Océano Pacífico. Es notorio que esa conferencia haya sido dada por Steiner el 18 de septiembre de 1824, que es el día nacional de Chile a 14 años de la declaración de la primera junta de gobierno independiente de España en 1810.

El segundo aspecto que considero esencial se refiere al Capítulo 11, titulado “Los dos testigos”, que no está expresado directamente en los sellos de Steiner, pero sí contenido tácitamente. Luego que el Ángel le indica a Juan que debe devorar el librito y es invitado a abandonar la transmisión escrita que había hecho hasta este momento y a comenzar la transmisión de boca a oído de lo que recibe del ángel, en este capítulo se presenta el misterio y el drama del destino de los dos testigos, que sin duda son los dos primeros que abren el puente hacia el futuro. Ellos asumen el rol de la palabra oral, salen a profetizar y son protegidos mientras dura su misión pues, entre otras cosas, su voz adquiere la potencia del fuego. Pero cuando acaba el lapso de su tarea, la bestia que sale del abismo los derrota, los mata y sus cadáveres son expuestos en la plaza de la gran ciudad durante tres días y medio, una inequívoca alusión a un proceso iniciático. Luego de ese tiempo, un aliento de Dios los revive, frente al susto de sus enemigos que ya los daban por muertos y temen por el resurgimiento de los poderes que tenían. Y aquí es cuando se anuncia el sonido de la 7º trompeta y comienza la segunda mitad de la obra.  

El tercer aspecto que quiero enunciar se refiere al Capítulo 12 titulado “La visión de la mujer y el dragón”, que inicia la segunda parte de la obra, donde a posteriori de la presentación del drama de los dos testigos, hay una hermosa descripción de esta mujer y su fortaleza, de la manera más dramática imaginable. Tiene doce estrellas que rodean su cabeza, tres están tácitamente inexpresadas como un collar alrededor de su cuello, el sol está irradiando en el centro de su cuerpo y viene balanceándose en la barca de la Luna. Se encuentra ad portas de dar a luz y, sabiendo que el Dragón Rojo está esperando el nacimiento de su hijo para devorarlo; ella tiene la plena certeza de su salvación. Esta visión está expresada en el Sello V, es decir coincidente con el número de nuestra era y nuestra época.

Casi no es posible imaginarse algo más horrible que el contraste entre la amenaza de una bestia a punto de devorarse al niño por nacer y el valor de ella, jugada con absoluta confianza a dar a luz. Si bien el abismo y el mal ya han sido presentados antes, es aquí cuando tal presentación se hace con toda la rudeza del caso.

“1. Apareció en el cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas,2. y, estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de parir.3. Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran Dragón, de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre la cabeza siete coronas.” (Apocalipsis. Capítulo  12)

Claramente a partir del capítulos 13  comienza a desplegarse plenamente el combate con el mal, pues luego de esta primera presentación el lector es puesto en contacto con el tema de las bestias que, en la medida en que Juan las ve aparecer, van intensificando paso a paso su poder con sus cabezas, cuernos y no casualmente también coronas. Steiner habla del significado de las cabezas y los cuernos, pero hasta donde yo lo he leído, no del de las coronas que, sin embargo, entendiendo su explicación de lo que son las cabezas y los cuernos, puede ser pensado.

Las sucesivas bestias son tres, el ya presentado Dragón Rojo, la Bestia del Mar, a quien el Dragón le da todo su poderío, y la Bestia que surge de la Tierra, que ejerce el poder de la anterior y tiene al falso profeta a su servicio. La lucha contra la conjunción de las tres Bestias, expresa el camino del peligro de animalización del ser humano en su descenso hacia la Tierra, en la medida en que, por la pérdida evolutiva del vínculo con el mundo espiritual, no está asegurado para el ser humano individual el reconocimiento real de Cristo sino que depende de su propio esfuerzo cognoscitivo, disciplina y destino. La libre voluntad en la elección entre el bien y el mal se pone en juego en sucesivos momentos de la evolución en diferentes escalas y la división entre los que lo pueden reconocer y los que no, o aún no, se va profundizando. La humanidad se divide en un proceso en el que hay muchas oportunidades de reconocer el bien y la verdad de lo que está en juego, es decir de alcanzar libremente la experiencia evolutiva del Cristo-Sol en la propia interioridad. Este camino de colaboración en todo el período de evolución de la Tierra, primero en la unión con la Luna y luego con el Sol, es un camino humano preñado de obstáculos, errores y autocorrecciones que se desarrollan como un organismo vivo fundamentalmente a partir de nuestra época.

Posteriormente se desarrolla la batalla final en el contraste entre las copas de la ira divina de Dios y su amor divino: “(…) con el sonido de las trompetas nosotros penetramos en el mundo espiritual y experimentamos el amor divino y la ira divina de acuerdo a su contenido, entrando realmente en las regiones interiores del mundo espiritual”[11]. La batalla entre el bien y el mal es compleja, proceso del que en nuestra época ya se acusan muchos síntomas germinales y que, finalmente va a dividir a la humanidad racialmente, de una manera distinta que las antiguas razas telúricas, es decir cuando los rasgos físicos estaban ligados a la tierra de nacimiento. En el futuro las diferencias manifestarán en el cuerpo el carácter moral de los seres humanos en un proceso enteramente libre e individual, que será visible a la percepción que ha evolucionado en la 6º época cultural a un plano superior de consciencia. La lucha entre el bien y el mal acontece en eones de tiempo inconmensurable, que en nuestra consciencia racional actual podemos pensar como muy lejanos, pero que en la profundidad del misterio de la vida del organismo espiritual al que pertenecemos, están aconteciendo todo el tiempo en la simultaneidad de presente, pasado y futuro, y es necesario plantar las semillas, cultivarlas para recoger los frutos con nuevas semillas.     

De acuerdo a Steiner el concepto “cabezas” expresa simbólicamente al cuerpo etérico, que aún estaba fuera de la cabeza física humana durante los siete sub-períodos de Atlántida, cuando en el descenso y necesidad de endurecimiento mineral, se comienzan a formar los siete órganos del cuerpo desde la cabeza etérica. Juan los expresa como si ellos fueran siete cabezas, pues en rigor la cabeza siempre es una síntesis del cuerpo. Nuestra cúpula craneana en su interior es una condensación de la cúpula del cielo con el universo de las estrellas fijas.

Los cuatro primeros períodos atlantes corresponden a la experiencia de las almas grupales, simbolizadas en los animales del toro, el león, el águila y el despunte del ego humano en el ser humano aún espiritualmente animalizado. Un ejemplo de Steiner en la formación de los órganos, desde el plano etérico al físico, es el corazón, y explica cómo en el período del alma grupal del león (cuando el sol salía en el equinoccio de primavera por la constelación de Leo), se comienza a formar el corazón etérico como cabeza del león. Así sucesivamente las siete cabezas expresan la formación etérica de los siete órganos. Esas almas grupales aún vivían en la unidad y no experimentaban la dualidad de la separación con el espíritu, que se va a comenzar a marcar en la 5º era Post-atlante, luego del diluvio. Por eso en los cuatro primeros períodos, las cabezas tienen cada una un solo cuerno, son una especie de unicornio.

Gráficos incluidos en las conferencias publicadas bajo el título Fisiología Oculta (GA 128).  

Pero el proceso descendente continúa y el concepto “cuernos” expresa ya un mayor acercamiento al cuerpo físico, una interiorización del cuerpo etérico en el cuerpo físico humano, especialmente en la cabeza, y la aparición física de los órganos, que son los cuernos. Cuando se habla de los primeros cuatro períodos atlantes y las cabezas de las almas grupales animales, ellas tienen solo un cuerno cada una, como expresión de la unión que aún el ser humano puede mantener con el mundo espiritual. Pero las tres cabezas  posteriores, que surgen en los tres últimos períodos de la Atlántida, no van a tener un cuerno sino dos, cuando tras el mayor endurecimiento corporal, necesaria y evolutivamente, se comienza a profundizar la separación con el mundo espiritual en la dualidad de percibir y pensar que se acusa en la bilateralidad del cerebro y se produce la separación de los sexos, simultáneamente a la separación de la Luna. Entonces aparecen dos cuernos en cada una de las cabezas de los tres últimos períodos de la era atlante. Los diez cuernos son cuatro cuernos de los cuatro primeros períodos atlánticos, más seis de los últimos tres. En nuestra 5º era post-atlante, en la época cultural de caldeos, hebreos y egipcios, los cuernos de Moisés son una expresión evolutiva vanguardista de la necesidad de la división de la consciencia en la separación entre un mundo exterior y uno interior y Moisés con los diez mandamientos entrega las leyes morales, que aún se debían cumplir desde una imposición exterior, para preparar la encarnación de Jesucristo en el pueblo judío.      

El Dragón Rojo y la Bestia del Mar tienen ambos siete cabezas y diez cuernos, pero lo que varía en ellos es el número de coronas, pues el Dragón Rojo tiene siete coronas o sea que no todos los cuernos están aún coronados y la Bestia del Mar tiene sus diez cuernos con diez coronas, es decir, todos están coronados[12] ¿Qué significa una corona y por qué motivo aumenta su cantidad en la última bestia? Y además ¿qué significa que la Bestia de la Tierra, el Anticristo como el enemigo central de Cristo, tenga sólo una cabeza y dos cuernos como de cordero? ¿Y qué significa que el Cordero tiene también una sola cabeza pero tiene siete cuernos y siete ojos?

Por lo limitado de este artículo, dejo planteadas las preguntas y solamente agrego que, cuando la Bestia del Mar suma tres coronas y así llega a tener diez coronas sobre sus diez cuernos, creo que el mal se está jugando una de sus cartas finales, es decir se está jugando a coronar a la dualidad, que es la separación del ser humano del mundo espiritual en forma estable. Esto se intensifica cuando la Bestia de la Tierra, representada por el falso profeta, ya se puede presentar engañosamente ante los seres humanos con dos cuernos, expresión plena de la dualidad y la separación, cuernos que son “como” de cordero, aunque no es un cordero y habla con la potencia de una serpiente.

El Cordero es la figura central del Apocalipsis, quien es apto para abrir los siete sellos del librito de la vida, y el origen de su nominación como Cordero es que el Cristo se hace presente en un cuerpo físico humano en el momento en que el Sol está en la constelación de Aries en el equinoccio de la primavera en el norte y es el ser espiritual que anima el Sol, sin ninguna culpa anterior en la evolución terrenal. La coincidencia, en la época de Cristo,  de la posición cósmica del Sol en Aries con la primavera y la resurrección en el hemisferio norte es lo que da origen al zodíaco tropical de la astrología, que no se basa en la relación del movimiento cósmico del Sol, centro de nuestro sistema planetario, con respecto a las estrellas sino en la relación del Sol con respecto a la Tierra en lo que origina las estaciones del año. En el momento del advenimiento de Cristo, estelarmente el Sol se encontraba en la constelación de Aries que coincide con el movimiento equinoccial de la primavera del hemisferio norte. Astronómicamente el Sol hoy ya se ha movido desde Aries hasta la constelación de Piscis, lo que tiene un profundo significado en la evolución humana.  

A partir del capítulo 14 se presenta la dicotomía entre el Cordero y sus aliados, y su enemigo en la lucha y combates hasta que cae Babilonia, la ciudad de la célebre ramera, y el esfuerzo por construir la nueva Jerusalén luego de las bodas del Cordero y su Esposa, con la derrota del Diablo y Satanás.

La advertencia final de la obra es realmente fuerte y hay que tomarle el peso a la enorme responsabilidad esotérica que significa el trabajo sobre este texto: “Yo advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: «Si alguno añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este libro. 19. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.»”. Apocalipsis 22.

Quiero sumar muy sintéticamente una última observación, que me parece digna de ser considerada en los tiempos que corren. Se refiere a lo que plantea Steiner en el ciclo de 1924 con respecto a la función y misión de los cometas en la evolución. Siendo Cristo el ser que anima al Sol, y por lo tanto al sistema planetario, Micael es la inteligencia cósmica cuya misión es el vínculo con los seres humanos y su inteligencia. En el tiempo entre la evolución del Antiguo Sol y la Antigua Luna, debido a que el proceso de densificación tiene un importante cambio cualitativo en el pasaje del aire al agua y el proceso de rezago aumenta notoriamente, se forma un aro de asteroides que separa actualmente la órbita de Júpiter de la de Marte. Las órbitas planetarias del sistema solar y su regularidad cósmica son regidas por Cristo a través de la intervención mediadora de Micael y es la voluntad de los seres del mal producir disrupciones en esta armonía para posibilitar sus planes en tal alteración.

Steiner detalla importantes relatos de lo acontecido en los siglos XIX y XX con muchos cometas que, de acuerdo a los cálculos astronómicos iban a colisionar con la Tierra y que a pesar del terror que suscitaba esto, de repente se comportaron de otra forma, partiéndose o disolviéndose en una lluvia cósmica, sin que el desastre anunciado se produjera. La responsabilidad en el destino de los acontecimientos terrenales es consecuencia del estado astral que todos los seres humanos contribuimos a formar alrededor de nuestro planeta. También añade que la substancia que desde estos cometas o asteroides llega a la Tierra, cae en ella en forma de lluvia meteorítica, es absorbida por plantas y animales y luego pasa a formar parte de nuestro cuerpo. Plantea que puede acontecer en que lo que se suponía un peligro, se pueda transmutar en un proceso terapéutico para fortalecer el cuerpo humano frente a la necesidad de los acontecimientos.

Creo que tal afirmación es importante en tiempos de pandemia, reforzando la enorme importancia del proceso consciente de trabajo interior en el movimiento y la Sociedad Antroposófica que, como muchos consideramos, es fundamental en la formación de un aura espiritual alrededor de la Tierra, en contraste a que cada vez más aumenta la decisión de envolverla en una red electro-magnética satelital que dificulta el trabajo espiritual. Todo lo que se pueda hacer para retrasar este proceso, así como por ejemplo la comunicación a través del 5G, es decir, todo lo que corre paralelo a la voluntad de conectarnos con la inteligencia artificial mediante medidas sanitarias globales, y por lo tanto darnos más tiempo de maduración en este complejo proceso, es absolutamente necesario y bienvenido. Pero siempre en el conocimiento prioritario de que para el espíritu nada es imposible y que en estos momentos es necesario dar pasos agigantados en el camino interior con una comprensión plena de la metodología planteada por la antroposofía. El alma consciente es la región del alma que debe ser capaz de crear la posibilidad de descubrir el misterio del ser humano y el universo, que ha sido escondido en el ser humano mismo y en la confianza de su propia auto-determinación en el camino hacia la libertad. Libertad que es una palabra mayor, ya que consiste en poner la semilla para liberar al cuerpo etérico de su encierro en el cuerpo y poder avanzar hacia una nueva forma de percepción espiritual.                  

Este artículo es sólo un breve comentario de una obra inconmensurable cuyo estudio es apasionante. Las imágenes de los sellos que presentó Steiner durante el Congreso de Münich, en Pentecostés de 1907, así como las más de 68 conferencias en las que ha enfocado el tema del Apocalipsis[13], permiten un estudio del mundo imaginativo, inspirativo e intuitivo del texto bíblico. Me he detenido fundamentalmente en los sellos IV y V, que considero que son las imágenes del núcleo central de la obra.

Este artículo surge con la voluntad de ser el prólogo de un libro titulado Apocalipsis, con más de 40 textos poéticos al respecto, que está en camino de publicación en Traslasierra (Córdoba, Argentina) por la Editorial Casa de los Jóvenes de la red de jóvenes Waldorf que coordina el profesor Hernán Melana.


[1] Steiner, Rudolf. Acerca de los escritos apocalípticos. Conferencia 3. 24 de octubre 1904. Berlín  

[2] Steiner, Rudolf. Cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores

[3] Steiner Rudolf. ¿Como se puede superar la incertidumbre que sufre el alma humana en nuestro tiempo? Zürich, 10 de octubre 1916

[4] Steiner, Rudolf. Evangelio de Mateo. Capítulo 1

[5] En mi opinión, las conferencias de Rudolf Steiner relacionadas con el Apocalipsis son la mejor lupa para facilitar su comprensión. Quiero enunciar las conferencias y ciclos fundamentales de Steiner en los que me baso: 1904 en Berlín “Escrituras Apocalípticas”, 3 conferencias; 1906 en París “Una Cosmología esotérica”, conferencia 17; 1907 en Múnich ciclos de 5 o 6 conferencias “Apocalipsis”; 1907 en Stuttgart, Los siete sellos apocalípticos; 1908 en Nüremberg “El Apocalipsis de Juan”, 12 conferencias; 1909 en Cristianía “Leyendo las imágenes del Apocalipsis”, 12 conferencias y 1924 en Dornach, “El libro de la Revelación”, 18 conferencias (dadas a los sacerdotes de la Comunidad de cristianos y los miembros del Directorio de la Sociedad Antroposófica de Navidad 1923) y algunas otras varias en las que habla ocasionalmente del tema.

[6] Apocalipsis 3. Biblia Nácar Colunga.

[7] Steiner, Rudolf. Ciclo El Apocalipsis de Juan, 1908 dado en Nüremberg, 10º conferencia. Entiendo que este gráfico fue dibujado para la publicación de la obra y adjunto el dibujo que hizo Steiner.

[8] Steiner, Rudolf. Ciclo El Apocalipsis de Juan, 1908 dado en Nüremberg, 12º conferencia.

[9] Ibíd.

[10] Steiner, Rudolf. El libro de la revelación. Conferencia 14 dada el 18 de septiembre de 1924.

[11] El libro de la Revelación. Conferencias para el clero. GA 346. 21 de septiembre de 1924. Conferencia 18.

[12] Wikipedia: En la actualidad se conocen siete tipos de coronavirus que infectan humanos, cuatro de ellos (HCoV-229E, HCoV-OC43, HCoV-NL63 y HCoV-HKU1) son muy comunes y algunos de ellos están presentes en el resfriado común junto a otros agentes patógenos como los rinovirus, por lo que se estima que una proporción muy alta de la población ha desarrollado defensas frente a ellos estando mayoritariamente inmunizados. Además de estos cuatro coronavirus, han aparecido de forma más reciente otros tres.

[13] Este número corresponde a las traducidas al inglés y posiblemente haya más en alemán

Sobre la autora

Mónica Oliva nació en Buenos Aires en 1951 y reside en Santiago de Chile desde hace más de 25 años. Es arquitecta de la Universidad de Buenos Aires en Argentina y Master en Ciencias Políticas de la Universidad de Heidelberg en Alemania, con una tesis basada en las ideas de la trimembración de Rudolf Steiner. Conoce la antroposofía desde muchos años y tiene formación en Antroposofía y Pedagogía Waldorf en Argentina, Chile, Suiza e Inglaterra. Actualmente está en el 5º año de una formación en Astrosofía y el estudio de la obra de Willi Sucher. Es miembro fundador y del directorio de la Fundación Michelangelo y trabaja como profesora del nivel secundario de historia, filosofía y literatura (Parzival y Fausto) en el Colegio Waldorf Michelangelo. También es co-coordinadora y profesora en el Seminario de profesores para el nivel secundario en la misma Fundación. Ha publicado tres ensayos basados en la antroposofía en Chile y Argentina en temas de historia, psicología y economía, el último traducido al inglés. Ha dado varios ciclos de conferencias en ambos países y en Inglaterra. Tiene una amplia obra inédita en poesía, teatro, novelas, aforismos y cuentos, pues escribe mucho y gestiona poco.

Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de Revista Numinous.

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