POR: Emilio Baratti
Hace 100 años, se nos daban a la humanidad los frutos de una laboriosa tarea llena de encuentros decisivos. Hoy, miles de impulsos en todo el mundo se visten cada uno con su propia ropa e identidad, más sigue viviendo y moviendo, trascendiendo tiempo y distancia, la necesidad vital de la Antroposofía en las personas que buscan sentirla, vivirla, pensarla, respirarla, digerirla y traerla al mundo. Nadie que evite los prejuicios podrá desestimar la vigencia que aquellas primeras conferencias y coloquios tienen hoy, ni la que incluso tendrán en el futuro próximo para quien busque comprender al ser humano y su época. Pero preguntémonos ¿En qué contexto nacían estas ideas que siendo de hace 100 años nos sirven para el futuro?
Para acercarnos a entender lo que hacemos hoy, recordemos lo significativo que fue el encuentro del trabajo de Steiner con el de sus contemporáneos, con aquellos que vivieron antes que él, y en particular con la obra de Goethe y Schiller.
Sin el pensar objetual de Goethe, que es una de las exhortaciones preliminares que de la Antroposofía más nos alegran, estamos ante el feo riesgo de no poder comprender por qué hacemos lo que hacemos, ni de qué manera ni para qué ha de despertar en el educador de todo nivel cierto interés cálido y amoroso por el mundo y sus aconteceres.
Por otro lado, todos los fundamentos del quehacer pedagógico basado en la Antroposofía nacen en el contexto de la terrible pena frente a la tragedia de la primera gran guerra. Sin poder sentir esa misma pena que hoy, aquí y allá sigue sellando el destino humano, no podremos vivenciar cabalmente la necesidad real que originalmente nos llevó a buscar nuevas formas para lo educativo. Por esto tendremos que evitar descripciones bucólicas de lo que la Pedagogía Waldorf nos trae, si queremos tener en cuenta la difícil realidad que afrontamos con nuestros niños hoy, si queremos correr alguno de los tantos velos que nos impiden dar con las alegrías y penas del encuentro con el mundo. Porque toda alienación en la que vivamos los adultos de hoy, casi completamente desconectados del mundo, por ende de nosotros mismos, es una burbuja que mal educa. Y si además de esta primera le agregamos otra burbuja, la de creer que estamos haciendo algo bueno o verdadero cuando solo repetimos automatismos y superficialidades, entonces el asunto lo complicamos más. Porque no hay nada más mal educador que perder el vínculo con nuestros estudiantes, con lo que ellos son y necesitan en cada etapa. Necesitamos estar preparados para lo auténtico. Sólo entrenándonos con amor y metódicamente en procesos artísticos, con sus alegrías y tristezas, podremos estar a la altura del fino arte de educar al que se nos convoca.
Cuando se comprende con el corazón, por vivirlo así, que toda persona es escenario del universo, se puede sentir al otro tan único como igual a uno. Cuando hacemos nuestra esta idea, dentro o fuera del acto pedagógico, ésta obra a nuestro alrededor, más de lo que imaginamos. Si no es desde ahí, ¿Cómo sino ungir la tarea? ¿Cómo lograr donar el producto de mi trabajo? ¿Cómo terminar con elitismos para construir un piso fraterno? ¿Cómo lograr acuerdos para la convivencia? ¿Cómo producir libertad?
Cuando concebimos todo lo adverso que pueda llegarnos, todo lo que nos falta, como una virtud en potencia, que libremente podemos elegir elaborar. Cuando una vez más pensamos nuestra tarea unida a su origen y sentido, entonces estamos más cerca de su realización. Porque junto a nuestras capacidades, tenemos en nuestras manos ya desde hace un siglo, las experiencias, los materiales y herramientas aptos para construir nuevos caminos sobre los cuales podamos y puedan crecer los que vendrán.
Un abrazo amplio como el mar, a todos aquellos que estando, más allá de toda circunstancia, siempre en la obra y en el corazón, nunca hace falta despedir. Con alegría y gratitud por esta invitación, desde Misiones, Argentina.
Sobre el autor
Profesor de nivel primario, Emilio Baratti nació en la ciudad de Buenos Aires y se crió en Vicente López. Trabajó en escuelas Waldorf como profesor de música, de grado, y como tutor pedagógico. Actualmente trabaja en el centro educativo Pynandi en Posadas y vive en San Vicente, Misiones.
Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de Revista Numinous.